Una guerra caliente se libra en el corazón del subcontinente europeo que, si consulta un mapa geográfico, se extiende desde el pintoresco Cabo da Roca en Portugal (entrada libre) hasta la
majestuosa cordillera de los Urales en la punta de la Rusia europea del este. El sitio actual se encuentra en las provincias rusas recientemente (re)adquiridas de Lugansk, Donetsk, Zaporozhye y Kherson. Junto con otras provincias, como Odessa, Kharkov y Kiev, estas provincias eran tierras rusas hasta que Vladimir Lenin consideró oportuno consolidarlas en una República Socialista Soviética de Ucrania inventada apresuradamente.
Pero esta entidad quimérica desapareció hace más de 30 años y lo que la reemplazó ha demostrado ser inviable y actualmente se encuentra en una etapa avanzada de decadencia política. Es la proverbial
maleta sin asa: imposible de levantar, pero demasiado valiosa para dejarla atrás; de ahí el conflicto actual, que es abrirlo y recoger el botín que hay dentro.
Esta es una guerra real, con tanques, vehículos blindados de transporte de personal, todo tipo de artillería, cohetes, trincheras, infantería, etc. Como la mayoría de las guerras, esta se basa en malentendidos. Estados Unidos y sus amigos de la OTAN se niegan a entender que Rusia quiere recuperar su propio territorio y siguen pensando que esta solicitud es de alguna manera negociable. También creen que es posible derrotar a Rusia simplemente suministrando a las desafortunadas fuerzas ucranianas material de guerra e inteligencia obsoletos, imponiendo
sanciones económicas a Rusia, intentando aislarla políticamente y tomando varias otras medidas que los rusos apenas notaron. Los rusos están esperando que todos entren en razón y les den lo que quieren, mientras trituran a miles de tropas ucranianas.
Los estadounidenses parecen estar volviendo en sí bastante bien: menos de un año después del inicio del conflicto, muchos de ellos ya están diciendo que continuar apoyando a los ucranianos es una mala idea. Sí, las guerras son cosas desagradables; los soldados están muriendo, las madres están llorando. Los edificios históricos son dañados y destruidos. Pero a veces son inevitables, debido a la naturaleza humana.