POR: JULIÁN AGUILAR
TWITTER: @JulianAguilarE

Yo soñaba con la vida y la vida era aquello que me daban, el muñeco que bebía, que lloraba y el payaso que al tumbarlo se reía, eso era la vida, eso era la vida…

Así inicia una canción de Emmanuel, que allá por los 80´s era el éxito del momento y que el mensaje que pretendía dejar era precisamente el de vivir el presente y con lo que tienes, porque el tiempo pasa y a veces se deja de disfrutar lo que se está viviendo en el momento aspirando a tener lo que se pretende en el futuro.

En consideración a lo anterior, es necesario reflexionar lo que pasaba normalmente con la vida tan agitada que se tenía, las personas decían que no tenían tiempo entre el ajetreo del trabajo, los hijos, la familia, el tráfico, la escuela, los negocios; el día de descanso era insuficiente para reponer energías y así, semana tras semana, la aspiración mayor era tener más días en casa para disfrutar de todo aquello que no se podía disfrutar por falta de tiempo.

La afectación de la pandemia nos alcanza, se nos instruye ir a casa y permanecer ahí, ¡Sorpresa! El sueño hecho realidad, pero claro, llega acompañada del drama acerca de las consecuencias que se vivían en otros países, el temor invade a la mayoría de las personas, se empiezan a presentar casos lamentables a conocidos, familiares y amigos y con el paso de los días también se terminan los ahorros, se escasea la comida, el trabajo, las oportunidades y además se convive las 24 horas encerrados con niños y adultos, al grado que se vuelve intolerante la situación.

En esta etapa de padecimiento, llegan también noticias del incremento de infectados, decesos e historias de terror, escuela desde casa, compras desde casa, reuniones en línea, deporte en casa, el amor se convierte en horror, la convivencia en impaciencia y la ilusión en frustración; y es donde surgen los deseos de salir, de retomar actividades fuera de casa, de regresar a la empresa, a la fiesta, al convivio, a la naturaleza, pero está prohibido.

Así, como se expone, ya pasaron 68 días de tu vida, de nuestra vida y eso era la vida; lamentablemente entre todo este estrés, también hay quien entró y salió del hospital, hay quien entró con vida y jamás se volvió a reunir con su familia y otros más que aún están luchando por la vida, por su vida y eso es parte también del diario vivir, cada uno le dará el enfoque que quiera pero es parte de la vida y de todas maneras hay que transitar con esta situación quedando dos opciones, o lo sufres o lo disfrutas pero hay que continuar…

Yo soñaba con la vida y en mis manos sin saberlo la tenía y en mi casa, en mis cuentos y en la escuela y en los lazos de aquel ángel con dos trenzas, eso era la vida, eso era la vida; pero yo no lo sabía, pero yo no lo sabía y se fue mi juventud, sin saber que era la vida…

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Así continúa Emmanuel; hay que evitar repetir esta dramática historia y les invito a Vivir el COVID-19 sin dejar de vivir.