Dicen algunos, que se le ha perdido el respeto, que todo ha cambiado, que ya no es como antes. ¿Será del todo cierto? ¿Cuál es el lugar que ocupa el maestro en la sociedad actual? ¿Qué significado tendrá, para un maestro, ser llamado maestro y dedicarse a la actividad que, por excelencia, trasciende más allá de la propia imaginación?
Permítame compartir con usted, estimado lector, una enseñanza que recibí de la maestra Martha Limón (Marthita), la cual usó para dar inicio a un curso dirigido a docentes… Hay en la historia de la humanidad, un hombre, que aun cuando hacía milagros, no se hacía llamar santo, y aun cuando curaba enfermos, tampoco le llamaban doctor, pero sí permitía que le llamaran maestro… y continuaba con la siguiente afirmación: Por eso, cuando los estudiantes a quienes les enseñen, les llamen maestro, siéntanse orgullosos de recibir el título más elevado que alguien puede merecer.
Ser maestro y lograr que le llamen a uno por ese nombre, es un halago y conlleva consigo una enorme responsabilidad, porque es una actividad y para muchos una profesión en la cual se tiene en las manos a seres humanos, los cuales, después de recibir las enseñanzas de cada profesor con el que coincide en su vida, se convierte en el resultado de lo que cada uno aportó y dejó, muchas ocasiones sin darse cuenta, a diferencia de otras actividades, en las cuales se recibe materia prima y se transforma en productos terminados, materialmente hablando; si cometes un error de producción, se repite el proceso y se corrige. En el caso de un maestro, difícilmente se da esa segunda oportunidad.
Decía Albert Einstein, que “el arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento”. Y ese despertar es lo que hace la diferencia entre un alumno y otro y entre un maestro y los demás. La imagen del maestro sigue teniendo el respeto y admiración de sus estudiantes y sigue ocupando un privilegiado lugar en la sociedad. Feliz día y que siga siendo un alto honor el ser llamado maestro.