Era sorprendente y además admirable el esfuerzo que hacía un grupo de jóvenes adolescentes, para poder estudiar la preparatoria, allá por los años 80. Ya que de lunes a viernes, bajo los abrasantes rayos que el sol de las dos de la tarde, tenían que subir una cuesta muy sinuosa y empinada, que comunicaba a los habitantes de un pequeño poblado, con la cabecera municipal, en la cual había el único tele bachillerato de la zona.
Esfuerzo para regresar el mismo recorrido a las ocho de la noche, con las vicisitudes que la misma oscuridad conlleva, o tal vez con el acompañamiento de la luz de la luna y las estrellas y la satisfacción de avanzar.
Lo bueno cuesta, eso dicen y solo aquellos que están dispuestos a pagar el precio lo consiguen. Esa era la mentalidad o tal vez sigue siendo, para quienes, al forjarse en la cultura del trabajo y del esfuerzo, logran ver un mar de posibilidades hasta en lo que pareciera imposible.
Si todo lo que vale la pena fuera fácil, cualquiera lo haría, es una forma de pensamiento para persuadir a todo aquel que pudiera desanimarse al encontrar obstáculos en el camino hacia el logro de sus objetivos; hacia la realización de sus más grandes sueños o hacia el cumplimiento de alguna meta.
Sin embargo, son varios los que desisten a la primera de cambio, sin darse cuenta que, al superar algunos inconvenientes, se logra también fortalecer el espíritu y sobre todo descubrir cualidades y talentos.
“Lo que no cuesta, no se valora”, “lo que fácil llega, fácil se va”, son frases o dichos que complementan la filosofía de vida y que afirman que a través del esfuerzo se puede encontrar la mayor satisfacción cuando se consigue lo que se desea; como ese grupo de jóvenes que tuvieron que subir esa cuesta 480 veces y la misma cantidad de ocasiones al bajarla, con todo y las inclemencias del tiempo y que seguramente eso les permitía valorar con mayor intensidad la conclusión de sus estudios de educación media superior y hoy son hombres de bien.
Queda claro que detrás de cada persona hay una historia que contar y cada uno tiene que luchar con sus situaciones, siendo tan variadas como mismo número de personas hay en el mundo; sin embargo, la coincidencia está en que lo bueno cuesta y hasta para estudiar y terminar una meta hay que subir la cuesta, y cada paso que se da es un avance hacia el logro de los objetivos.
Sin duda alguna, cada experiencia representa un trozo de la vida misma y en el trayecto del punto de partida y hasta llegar a la meta, se forma también el carácter; se hacen amigos, se conoce a fondo el mismo ser humano y se amaciza la amistad con aquellos que coinciden en espacio, tiempo y lugar.
Esforzarse por alcanzar lo que parece imposible, es descubrir en el camino que, lo imposible se convierte en realidad cuando se disfruta la realidad misma, aunque cueste.