En mi caso 3 mil mensajes ofensivos vinieron de César Mortera. Redes
La semana pasada César Mortera, mejor conocido como “Cesarín” hizo pública manifestación de sus delitos:
“a lo que me dediqué fui muy chingón”.
Es decir, fue muy eficiente en el inmoral, ilegal, inaceptable manejo de redes sociales para agraviar a quienes osamos interpelar a Roberto Borge.
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Con ingresos millonarios, porque el sueldo de 100 mil pesos mensuales que recibía fue solamente una parte documentada de lo que se le pagó, este personaje de las tinieblas del anterior gobierno fue el operador de las ofensas contra quienes caían de la gracia del gobernador.
Las redes sociales, donde participaban abiertamente priistas, incluso quienes estaban en puestos partidistas con nombre y apellido, fueron utilizadas por este personaje para agraviar de la manera más vil, con caricaturas, desnudos, insultos y cosas peores.
En mi caso documenté más de tres mil mensajes con ofensas que le hice llegar al entonces líder del PRI, César Camacho, lo que detuvo la campaña en mi contra.
Ahora, además de hacer pública su responsabilidad, se equivoca cuando afirma que no “tiene cabida en ningún lado” de este gobierno por haber “trabajado” con Borge.
No es así, lo que no puede tener ningún espacio, bajo el mando de Carlos Joaquín, son las campañas vejatorias que él hizo, ilegalmente.
La historia personal de “Cesarín” fue documentada por Carlos Cantón Zetina en su blog.
Ahí afirma que estuvo a punto de ser “levantado” junto con sus amigos por la venta de droga a la que se dedicaba.
Estos antecedentes, junto con el hecho de que su esposa, Patricia Moguel, era “secretaria” de Gabriela Medrano, lo hicieron un operador “ideal” para el juego sucio inaceptable del anterior gobierno.
Esto es lo que parece no entender César Mortera Egremy. Su actuación, junto con los priistas para los que trabajó formalmente, es uno de los hechos, de las realidades que peor definen al gobierno de Roberto Borge, una vergüenza que no debe repetirse nunca, un vomito imposible de asimilar fuera de la inmundicia en que se desenvolvió.
Por eso debería estar fuera de Quintana Roo, escondido, alejado de un proceder tan ilegal como inmoral.
Por eso debemos congratularnos de que no tenga, como él mismo dice, “cabida en ningún lado”.
Sin quererlo ha hecho uno de los elogios más fuertes a Carlos Joaquín.
Esto no tiene que ver con lealtades, sino con su propio desempeño, con su irregular manejo de redes sociales, con todo el estiércol que corre por sus venas.
¿En verdad era tan “chingón” en agraviar a la gente, o simplemente fue un peón de la peor estulticia que no midió las consecuencias de su “trabajo”?
Por lo pronto el más grande de los abrazos a todos quienes han cerrado las puertas a “Cesarín”…