Todo inicia por la impunidad. Esa impunidad que quiere ocultar, disfrazar, el fiscal Oscar de León con sus atropelladas, infames declaraciones en las que se apresura a dar razones, culpables sobre todos los hechos violentos, en lugar de investigar y detener.
Es decir, en lugar de hacer su trabajo, de cumplir con su obligación.
Así comenzó todo en Guanajuato. Cuando se les otorgó impunidad a los criminales.
Cuando se ignoraron los asesinatos, las ejecuciones, cuando se intentó negar la realidad declarando que “eran enfrentamientos entre bandas rivales”.
Guanajuato vive hoy una realidad de violencia más allá de cualquier descripción. En cifras, esto se traduce en 160 asesinatos, ejecuciones violentas, en el mes de febrero pasado. Lo que ha instalado el miedo en la rutina de sus habitantes.
Se incendian coches, se paraliza la circulación, se escuchan balazos a todas horas, se repiten los nombres de los líderes; y los militares y los marinos intentan detenerlos.
En Cancún, hasta en Chetumal, vivimos una realidad de violencia y miedo. Igual por asaltos en nuestras casas que por los crímenes mañaneros en las arterias más concurridas, en los centros comerciales. Tan sólo en Cancún, en el mismo mes de febrero, tuvimos 50 asesinatos violentos.
Tal vez todavía sea tiempo de vernos en otros espejos, de mirar lo que sucede en Guanajuato, en Veracruz, en Tamaulipas. Todo depende de que las autoridades, todas, hagan su trabajo. Y si no pueden, que se vayan, que vengan otros que sí tengan la capacidad, el valor de cambiar nuestra realidad, de combatir a los criminales.
No más. Tampoco menos.
Y sin declaraciones estúpidas por favor.