El gobierno anterior fomentó la existencia de chantajistas, algunos totalmente iletrados, que cobraban como “periodistas”.
A partir de corrupción consentida del oficio, que nos costó muchos millones de pesos, cualquiera se pone detrás de un micrófono, dice tener un “portal” de Internet, y se dedica a lucrar con un supuesto periodismo que ha venido a ensuciar la profesión.
Ejemplos sobran. Baste referirnos a Román Trejo, que cobraba más de 200 mil pesos mensuales por firmar los insultos que otros escribían, con mal gusto, además.
Los seudo periodistas se convierten en “mensajeros”. En espacios que unos cuantos leen para saber qué mandan decir otros pocos. Cuando esto sucede en el medio criminal, es todavía más lamentable. Porque se trata, no más, no menos, de empleados de criminales. A sabiendas, bajo sueldo.
Por esta realidad es que abundan supuestos medios electrónicos que buscan cobrar facturas, y que están para ejercer de recaderos entre distintos grupos de narcotraficantes. Esos mismos grupos que se confrontan a balazos cotidianamente.
Es peligroso. Y los señores seudo periodistas creen que no lo es. La impecabilidad en el oficio de periodista es indispensable, doblemente cuando vivimos tiempos muy peligrosos. Cuando ser incómodo a poderosos, sean por dinero, por poder público o por poder criminal, tiene muchos precios a pagar para los verdaderos comunicadores, los que investigamos, los que cuestionamos con nombre y apellido.
Haríamos bien en analizar los recientes asesinatos de quienes son considerados “periodistas” fuera del Estado, y si uno busca ni siquiera tenían páginas en Internet, Tuiter, o un “Blog” establecido como tal. Lo que requiere esfuerzo, dedicación. Un mínimo de capacidad.
De quienes “colaboraban” en supuestos noticieros que no eran sino una transmisión por Internet con unos pocos, interesados, en seguirlos. No un medio masivo, no un medio que influyese en la opinión pública, no un medio de investigación periodística. De quienes malamente llaman periodistas. No lo son. No lo fueron. No ejercieron como tales.
Y, sobre todo, no trabajaron o fundaron un medio de comunicación, así fuese digital, digno de confianza.
Que este medio, o como quiera llamarse al uso de Facebook, tuviese interés en la nota roja, en los sucesos policiacos, tendría además que prender muchas alertas en la sociedad.
Si agregamos un asesinato en la madrugada, ya de mañana propiamente, al salir de un bar en compañía de una prostituta, tendríamos que establecer realidades que van más allá de la simple protesta pública. A ninguno deberían matarlo por su oficio y/o profesión, fuese periodista o mecánico. A ninguno deberían matarlo impunemente en Quintana Roo, independientemente de quién es o qué hace.
Ese no es el tema.
A los periodistas, de siempre, a los que tenemos más de 40 años de ejercer el oficio de periodista en verdaderos medios de comunicación, nos tiene que preocupar mucho que abunden estos chantajistas disfrazados de periodistas. Cada uno debe estar en su lugar, vivo o muerto. Por eso habría que pedir, por lo menos, un poco de respeto a la profesión. Que la próxima vez que asesinen a un borracho al salir de un bar, por asuntos pendientes con criminales, no lo llamen periodista.
En Tuiter: @isabelarvide Blog: CambioQRR.com