Rubén Vizcaíno es un periodista que hace muchos años decidió vivir en Chetumal, miembro de una respetada familia de periodistas reconocida en el ámbito nacional. Como es obvio, naturaleza de reportero, no se caracteriza por la “suavidad” de sus comentarios o sus notas.
En días pasados escribió, con justificada dureza, sobre los resultados que ha tenido Alberto Capella en el tiempo que lleva como secretario de Seguridad Pública estatal. Que están marcados por las ejecuciones, algunas de ellas en una población, capital de la entidad, tan tranquila como solía ser Chetumal.
El mismo policía que ha trabajado en Tijuana y Morelos, que trajo a un equipo muy grande de profesionales de la seguridad, acaba de admitir que no se le pueden pedir resultados en los meses que lleva en Quintana Roo. Que la realidad no se puede cambiar en tan poco tiempo.
Vizcaíno vive en una zona, como la mayoría en Chetumal, de clase media, con comercios cerca, con buenas relaciones con sus vecinos. Cabe mencionar que es muy fácil saber dónde vive cualquier persona, con mayor sencillez si se trata de alguien con perfil público.
Con los aires acondicionados prendidos, el periodista no escuchó el momento en que su casa fue balaceada. Sin embargo, al día siguiente tuvo los testimonios de sus vecinos, y pudo constatar los daños de los balazos.
Para su tranquilidad, como muchos en Chetumal, Vizcaíno tiene cámaras de seguridad en su casa. Una de ellas grabó el momento de los disparos, realizados por un hombre que iba a pie, que sale corriendo después. Lo que resulta doblemente preocupante, vaya que asusta que atenten contra un compañero, es que minutos, muy pocos minutos después de los disparos, la cámara capta un “convoy” de la policía estatal pasar por el portón de su casa.
¿Coincidencia? Corresponderá al fiscal Oscar Montes de Oca, que como Capella viene de fuera, investigar. Lo cierto es que no puede esperarse mucho de esto porque ha declarado que apenas el 10% de las investigaciones se han resuelto.
O sea que Rubén Vizcaíno no tiene muchas posibilidades de que encuentren a quién disparó contra su casa.
¿Fue un aviso? ¿Se trata de una intimidación? ¿Podemos imaginar que alguno de los jefes policiacos que Capella trajo con él, acostumbrado a otra realidad, pudiese haber enviado a alguno a disparar? ¿Es una represalia? Lo cierto es que lo único que tenemos, muchos periodistas, muchos ciudadanos, es preguntas. Y mucho, justificado, temor…