Este domingo se llevó a cabo la marcha en defensa del INE –según sus convocantes- para evitar la “desaparición” de la institución, unos de los principales convocantes son los mismos dirigentes del INE. La marcha fue un éxito o un fracaso dependiendo el cristal con que se mire; un éxito –considero- porque logró sacar a las calles a la protesta social a personas que nunca en sus vidas lo hicieron, gente convocada por empresarios que ahora tienen que pagar impuestos, afectados en sus percepciones, desplazados de “programas sociales” o proyectos faraónicos que antes cubrían sin reembolso, huachicoleros, factureros, evasores de impuestos, también seguidores de políticos de tianguis que van presionados y con pago de 500 pesos por persona, en fin, usted puede incrementar la lista.
Siempre será un éxito -que legítima- el que ciudadanos cualesquiera salgan a protestar y no sean reprimidos, que ejerzan sus libertades, griten, insulten al presidente incluso y desahogen sus emociones, éste ejercicio la izquierda lo hizo muchísimas veces, y lo sigue haciéndo, entonces y apartir de 1968 nadie los escuchaba ni les daba espacios en radio, televisión o periódicos, nadie. Independientemente de lo falso de sus argumentos o las mentiras, cualquier protesta es muy sana en un país democrático, plural y en evolución.
La Reforma electoral al INE para adecuarlo a nuevos tiempos será votada en el Congreso y su resultado será ley, es una de las promesas de campaña del actual presidente y refleja una demanda ciudadana añeja por la situación de corrupción e impunidad a la que llegó el órgano electoral y el sistema de partidos que imperó la segunda mitad del siglo pasado.
Felicidadedes. Ahora vayamos a la votación de los órganos legislativos cuyos filtros de acceso ellos diseñaron y ahora defiende vehementemente… Quien obtenga la mayoría habrá triunfado en la realidad política. La Reforma se aprobará con algunas modificaciones en lo particular. Y, el evento de protesta solo habrá servido para darle legitimidad y… ah! lo olvidaba, para mostrar al más fuerte aspirante presidencial de la derecha opositora; José Woldenberg Karakowsky, neolonés de 70 años de origen judío polaco lituanio, pero ese es otro tema.