POR ALEJANDRO PALOMEC

¿Te acuerdas de las películas de La Gran Estafa? Eran un montón de ladrones que realizaban atracos espectaculares con una coordinación impecable y con un toque de comedia. Ahí se mostraba cómo elegían su meta, entrenaban y planeaban el robo perfecto; bueno en México tenemos algo similar pero menos coordinado. Esta semana se suscitaron dos asaltos en la ciudad, el primero fue a un despacho de abogados y el segundo fue a una tienda de ropa dentro de una plaza comercial reconocida. En el primero, los delincuentes armados entraron y amagaron a los empleados, al final no lograron llevarse dinero, pero tomaron diversos equipos de valor. En el segundo, fueron varios sujetos que ingresaron a una plaza comercial para llevarse las ventas del día de una tienda de ropa, hubo desde disparos de arma de fuego hasta una persecución hasta finalizar en la captura de uno de ellos. Estos atracos no son al azar, son planeados, muy mal planeados, pero planeados. Aunque no lo crean los delincuentes llevan un proceso: primero; el origen, la chispa, el famoso “pitazo”, alguien les avisa que en ese lugar hay dinero en efectivo, segundo; la planeación, aquí ladrones estudian el lugar, cómo entrar, qué decir, cómo moverse, vestirse, cómo salir y a veces un plan b, por último; la ejecución, se preparan, repasan los pasos y ¡boom!, directo a la acción. Para esto, cada paso de la operación lo ejecutan diferentes personas. El que da el pitazo raramente participa, muchas veces contacta a alguien más que sabe que puede con el trabajo e incluso puede llegar a haber una triangulación, es decir, la persona a la que llaman en primer lugar para hacer el trabajo le llame a una tercera para realizar el robo. Muchas veces los atracos salen muy mal, como el que se presentó en la plaza comercial donde hubo disparos, al parecer una persona desconocida estaba armada y les disparo a los ladrones. Este es el peor escenario para los ladrones, ser capturados; o dónde