Voces

“La fuerza de las mujeres y el pulso del poder”

 

El Zócalo volvió a llenarse, pero esta vez no para escuchar promesas vacías, sino para confirmar un cambio de época: México tiene presidenta y liderazgo con nombre propio: Claudia Sheinbaum.

Su primer informe no fue una lectura de cifras, fue una demostración política. Una escena de poder en la que la lealtad, la estrategia y la narrativa de la Cuarta Transformación se entrelazaron con una idea contundente: el poder también puede tener rostro de mujer.

Entre las miles de banderas ondeando, una presencia llamó la atención: Mara Lezama, gobernadora de Quintana Roo, una de las aliadas más sólidas del proyecto presidencial. No llegó a tomarse la foto, llegó a reafirmar una amistad política que trasciende los discursos. La suya no fue una asistencia simbólica, fue una señal.

Porque en tiempos de definiciones, estar cerca del poder presidencial también es una forma de respaldar al pueblo, y Mara lo entendió desde el primer día: la transformación no se aplaude desde lejos, se construye de cerca.

El evento del domingo fue una mezcla de mitin, celebración y mensaje de Estado. Sheinbaum habló de resultados, pero también de continuidad: crecimiento económico sostenido, estabilidad del peso, reducción de la pobreza, obras emblemáticas y consolidación de los programas sociales.

Los datos estuvieron ahí, pero lo que realmente brilló fue el mensaje político: la 4T no se estanca, se institucionaliza.

Y ahí entra el papel de gobernadoras como Mara Lezama, que han sabido traducir el discurso nacional en realidades locales. En Quintana Roo, su administración ha sido reflejo de esa misma filosofía: resultados medibles, austeridad real y cercanía constante. No hay improvisación, hay método.

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El paralelismo entre ambas lideresas es evidente: Sheinbaum gobierna con cabeza fría; Mata Lezama, con corazón firme. Una piensa el rumbo, la otra lo ejecuta.

Mientras algunos opositores reducen el informe a “un acto de culto político”, lo cierto es que fue una demostración de músculo institucional. El Zócalo no fue un mitin: fue una vitrina de gobernabilidad.

Claudia Sheinbaum mostró disciplina, serenidad y una capacidad de mando que pocos presidentes —hombres o mujeres— habían logrado en su primer año.

El dato duro es que su aprobación supera el 75 %. Pero el verdadero logro fue otro: consolidar una narrativa de autoridad sin autoritarismo, de cercanía sin populismo, de poder sin soberbia.

Y en ese espejo, Mara Lezama aparece no como espectadora, sino como prueba de que el proyecto puede tener raíces sólidas en los estados.

Ambas representan una nueva forma de ejercer el poder: con inteligencia, sin miedo, sin pedir permiso. El Zócalo fue testigo de que la historia ya cambió. El reto, ahora, es que ese cambio se mantenga más allá de los reflectores.

Porque si algo quedó claro el domingo es que las mujeres ya no están en el poder: el poder está en ellas.

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Publicado por
Redacción Quintana Roo