Gatos y humanos: una relación milenaria en riesgo
Por Sara Rincón Gallardo
Activista por los derechos de los animales y el medio ambiente
La relación entre gatos y humanos comenzó hace más de tres millones de años, y se hizo más cercana hace unos 10 mil años, con el inicio de los asentamientos humanos. Al construir granjas, los humanos atrajeron a los roedores, y estos a su vez a los gatos salvajes. Así nació una convivencia basada en la utilidad mutua, que con el tiempo se convirtió en una relación de afecto y domesticación.
En el Antiguo Egipto, los gatos fueron venerados como animales sagrados. Se les momificaba y enterraba junto a sus dueños, e incluso se les representaba en arte, joyería y esculturas. Los egipcios creían que los gatos protegían los hogares y eran símbolo de buena suerte.
Posteriormente, los fenicios —famosos por sus viajes comerciales por el Mediterráneo— contribuyeron a la expansión de los gatos por el mundo. En sus barcos llevaban gatos para controlar las ratas, y así los felinos llegaron a múltiples regiones, incluyendo América. Se cree que algunos de los primeros gatos que pisaron nuestro continente vinieron en los barcos de Cristóbal Colón.
El ancestro del gato doméstico es el Proailurus lemanensis, un felino que vivió hace más de 25 millones de años entre Asia y Europa. Su evolución, al igual que la del lobo, lo llevó a adaptarse a la vida con los humanos por conveniencia: el gato encontraba alimento seguro, y el humano se beneficiaba con el control de plagas.
Sin embargo, no todo ha sido fácil para estos animales. Durante siglos, los gatos —especialmente los negros— fueron perseguidos, asesinados o quemados, por considerarlos compañeros de brujas o seres de mal agüero. A pesar de tantas adversidades, los gatos han sobrevivido y hoy son una de las especies más queridas del mundo.
No obstante, actualmente enfrentan un nuevo riesgo: la sobrepoblación y el abandono. Muchos dueños no los esterilizan, y eso ha provocado una reproducción descontrolada que pone en peligro tanto a los gatos como a la fauna urbana.
Es común ver gatos enfermos, atropellados o envenenados. Además, cada año, durante los meses de octubre y noviembre, muchos gatos —sobre todo negros y blancos— son buscados por personas que practican rituales de santería. Esto los expone a actos crueles y a una muerte injusta.
Es por eso que los gatos no deben salir a las calles. Deben permanecer seguros dentro del hogar. Los gatos ferales, por su parte, deben ser canalizados a centros de bienestar animal, esterilizados y puestos en adopción. Lo mismo debe aplicarse a los perros.
Los veterinarios tienen un papel fundamental: deben informar a sus clientes sobre la importancia de esterilizar a sus animales. Por su parte, las autoridades pueden incentivar la adopción responsable ofreciendo estímulos fiscales o apoyos a quienes adopten y cuiden adecuadamente a los animales.
Si se controla la sobrepoblación, se crean centros de protección animal bien equipados y se promueven campañas permanentes de esterilización, podremos construir ciudades libres de maltrato animal. Con educación, cultura y el trabajo conjunto de gobiernos y ciudadanos, sí es posible lograrlo, como ya lo han hecho otros países.
Demos el ejemplo en México, y especialmente en nuestro estado, para que también otros países de América Latina sigan el camino de la compasión, la responsabilidad y el respeto por la vida.