El aumento del robo de combustible es alarmante y erradicar este problema debe ser una prioridad. Cada decisión gubernamental en la materia debe hacerse con gran inteligencia, no solamente porque Pemex es una de las empresas más endeudadas del mundo, sino porque las afectaciones a la ciudadanía pueden ser mayores a los pasivos.
Mientras que en 2011, Pemex tenía registradas 1,361 tomas clandestinas de combustible, en el último reporte de 2018 se tienen casi 12,600. Asimismo, tan sólo en el último año, se agregaron más de 800 hectáreas al inventario de sitios con posible afectación ambiental, de las cuales 80% fue por tomas clandestinas.
Reconocer la relevancia del problema no justifica la decisión de cerrar varios ductos que distribuyen el hidrocarburo a nivel nacional, ya que los costos adicionales que se generan son parte relevante del precio de las gasolinas. Estoy convencida que, lejos de cerrarlos, la estrategia debe ser invertir en más en infraestructura de ductos y en su sistematización.
El gobierno informó que el robo de combustible asciende a 60 mil millones de pesos (mdp) cada año, y, por el otro lado, la Coparmex estimó que el desabasto de gasolina ocasionó pérdidas mayores a 1,250 mdp en un plazo no mayor a cuatro días. ¡Con estos números concluiríamos que el costo económico del desabasto es el doble de lo que se estima el valor del ilícito!
El año pasado se publicaron diversas reformas al Código Penal Federal y otros ordenamientos para prevenir y sancionar los delitos cometidos en materia de hidrocarburos; sin embargo, los resultados de estas aún son incipientes, ya que ha habido más de 10 mil denuncias relacionadas con este ilícito, y la detención a más 1,800 personas. Sin duda es necesario endurecer esta ley, mismo que se puede hacer a través de una reforma constitucional que contemple este ilícito como un delito mayor.
Nadie niega la urgencia de atender este problema, pero las afectaciones son evidentemente mayores a los pasivos oficiales. La estrategia contra el robo de combustible debe continuar, pero de manera inteligente: reforzando nuestra capacidad logística en ductos e invirtiendo en tecnología. Cualquier otra decisión, es una ocurrencia más e implica un retroceso.