En esta participación quiero destacar que nuestro país se encuentra en un momento que marcará la vida política de las futuras generaciones. El primero de julio, México eligió el camino a seguir en los próximos seis años; pero nuestra responsabilidad ciudadana no termina con el voto.
Fue muy grato observar un ejercicio democrático transparente y eficiente, en el que nuevamente fuimos testigos de instituciones electorales a la altura que se esperaba en esta trascendental elección.
Con este giro de timón, no se debe perder de vista que México ha logrado una estabilidad económica importante; aunque también persisten grandes problemas que no podemos dejar de lado: pobreza, corrupción e inseguridad.
Atender la pobreza y la desigualdad es urgente. De modo que una economía regionalizada como la nuestra condena a millones de mexicanos del sur a no poder aspirar a mejores oportunidades. Por ello, se deben generar las condiciones de inclusión, al tiempo de atraer inversión y desarrollo.
La corrupción ha generado a nuestro país altos costos económicos, políticos y sociales. Ante este reto el camino es, y seguirá siendo, el fortalecimiento de las instituciones; tenemos que mejorar los mecanismos de detección, imponer castigos firmes y reforzar los pasos que ya se han dado, como la implementación del Sistema Nacional Anticorrupción.
Además, tenemos el tema de la inseguridad; ese cáncer merma el desarrollo económico y castiga en mayor medida a las personas en situación de pobreza. Estamos en deuda con un país que nos exige las condiciones mínimas para desarrollar nuestra vida en armonía.
Es momento de cerrar filas, de trabajar unidos por el país que anhelamos. Lo que sigue es exigir un firme compromiso de nuestros gobernantes; un Congreso que piense en la gente y la mejor actitud de los ciudadanos.
En este momento, reafirmemos nuestro compromiso con el país desde el lugar donde nos encontremos, demostrando que juntos, todos los mexicanos, podemos consolidar el México que sí es posible.