Una Zona Económica Especial (ZEE) es una herramienta fundamental para un desarrollo más equilibrado entre regiones, pues permite dotar de oportunidades a las entidades menos beneficiadas de la actividad económica nacional.
De ahí que resulte contradictorio que el presidente Andrés Manuel López Obrador mantenga, por un lado, un mensaje de apoyo a los estados más marginados, y, por el otro, que sus funcionarios anuncien irresponsablemente que podría desaparecer este proyecto por no considerarse prioritario.
En México, el crecimiento regional ha sido desproporcional; los estados de la zona sur han sido, por décadas, los menos beneficiados. Para muestra, podemos mencionar que, a partir de la apertura comercial con Estados Unidos y Canadá, los estados de la frontera norte han crecido económicamente casi 50%, mientras que los del sur han crecido tan sólo 7%.
Para revertir esta penosa situación se establecieron las ZEE, al generar condiciones extraordinarias para la atracción de casi 10 mil millones de dólares en inversiones. Por ello es que organizaciones empresariales como la Canacintra, la Coparmex y los Consejos Coordinadores Empresariales estatales han señalado que una decisión de esta naturaleza pondría en riesgo el rescate económico de los estados más rezagados del país.
Son innumerables las bondades de este moderno proyecto, sin embargo, como diputada federal insistiría en la importancia de transparentar los análisis que los llevan a anunciar este tipo de noticias, así como el conocer la alternativa que modificará lo que hoy está bajo el paraguas de la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales.
Resulta paradójico que, a pesar de los vastos recursos existentes en la región sur-sureste, millones de familias aún vivan en condiciones de pobreza.
Para cambiar esta historia, es indispensable elevar su productividad y tener nuevos motores económicos; exhorto a las autoridades federales a analizar de manera imparcial esta decisión, ya que, de hacerlo correctamente, se darán cuenta que eliminar las ZEE es inadmisible.