Nunca la relación de Latinoamérica con EEUU ha sido tan complicada y peligrosa como ahora.
Los países hispanos se alejan del llamado Tío Sam, y se enfrentan entre sí.
Traerá como consecuencia la no reelección de Joe Biden (5 de noviembre del 2024), el regreso de Trump -si no lo inhabilitan por su participación en el ataque de enero del 2021 al Capitolio-, y el consecuente endurecimiento estadounidense en la región.
Hay pruebas del distanciamiento:
1.- Nicaragua aprobó el ingreso de tropas rusas. La Casa Blanca castigó las exportaciones de oro de Managua.
“El régimen continúa llenando sus arcas con importantes ingresos, mientras participa en actividades que representan una amenaza para el hemisferio”, dijo el Departamento de Estado (en 2021, las ventas fueron de más de 744 millones de dólares).
Aun así, el canciller de Ortega viajó a San Petersburgo para “cooperación bilateral”.
Colombia embistió a Nicaragua por dar entrada al Ejército Rojo.
2.- En las elecciones presidenciales de Colombia, ganó el populista Gustavo Petro (ya habló con Maduro de reabrir fronteras). El mandatario saliente Iván Duque -había roto diálogo con el sucesor de Chávez- es aliado de Biden.
NYT y Washington
Post interpretaron: “Latinoamérica gira a la izquierda…”
3.- México condicionó su intervención en la Cumbre de las Américas a que Cuba, Nicaragua y Venezuela fueran invitados, y a que no se excluyera a nadie. No fueron incluidos, y AMLO no fue.
Washington aumentó las alertas turísticas contra destinos mexicanos, y nos mantiene en segunda categoría de seguridad aérea.
4.- Argentina inmovilizó un avión venezolano de carga que hasta enero perteneció a una empresa iraní y que tenía sanciones por vínculos terroristas. Partió de México.
Era tripulado por 14 venezolanos y 5 iraníes.
Paraguay identificó al piloto como Gholamreza Ghasemi, de la Fuerza Quds, una división de los cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.
¿Qué será de nosotros?