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Voluntad más que nada

LICETY DÍAZ

La certificación a Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC), es un tema viejo que no surtía efecto, abandonado como muchas leyes a la merced del cumplimiento de una dependencia para cabal formalidad, hasta que alguien frotó la lámpara y el genio le recordó que podría ser efectiva y ¡bingo!

Desde hace unos cuatro años las tres órdenes de gobierno están moliendo en el trapiche la bendita certificación porque tienen igual peso que una Reserva de la Biosfera, Parque Nacional o Área de Protección de Flora y Fauna.

Esto a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) le viene como anillo al dedo, con eso de que cada año que pasa, adolecen de más recorte presupuestal, y qué decir de la falta de personal.

Por eso llevan de la mano a ejidatarios, dueños de propiedad privada y colonias comunitarias a la capacitación “brindan apoyo y constancia”, para que cada vez se certifiquen más comunidades.

En Quintana Roo aún queda mucha selva a la cual se le puede sacar provecho para múltiples actividades y que reúnen los requisitos para obtener ADVC, si bien la certificación ayuda al aprovechamiento sustentable de los recursos naturales, blindaje frente a la exploración y explotación minera y de hidrocarburos, la mitigación y adaptación ante los efectos del cambio climático, en el Estado es importante, sobre todo por el mejoramiento de infiltración, calidad y cantidad de agua, al ser la península la de mayor reserva de agua que tiene el país.

México cuenta con 351 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, en 24 entidades federativas, sumando 550 mil 991 hectáreas donde participan aproximadamente 86 mil personas, algunas de las áreas cuentan con plazo de conservación hasta 99 años.

En nuestro territorio se cuenta en Benito Juárez con la Zona de Conservación de Puerta del Mar, con protección del mangle y vegetación acuática; la reserva del Moon Palace que contiene manglar, pastizal, tasistal y selva baja caducifolia.

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En Felipe Carrillo Puerto está Much Kanan K’aax y Canaán Max, donde los mayas protegen la selva mediana subcaduciifolia y subperennifolia y selva alta perennifolia, así como cuerpos lagunares y aguadas.

En Othón P. Blanco está Huub’Sak, donde se cuida la selva mediana-alta subperennifolia y manglar, así como Puerto Morelos con las comunidades Las Gatas donde existe selva mediana subperennifolia y Biólogo Julio Berdegué Aznar con manglar, humedales y petenes.

Recientemente se sumó otra comunidad de Othón P. Blanco, Chakambakán, con 35 mil hectáreas destinadas voluntariamente a la conservación de Laguna Om, la mayor área voluntaria que se tiene (hasta el momento) en el estado y que representa más del 10 % del territorio protegido en la región, como parte de un plan integral de recuperación y conservación de la superficie vegetal.

Si bien las ADVC, son una forma de promover mayores fuentes de empleo, a través de proyectos ecoturísticos, y evitar la caza furtiva, la depredación, colaborando con las propuestas de conservación, vigilancia, protección y manejo de la misma, para reducir la deforestación, la protección de la biodiversidad, en el caso de la región detonar la producción de miel orgánica, no son suficientes las certificaciones.

La acción es válida, pero la voluntad y la motivación aún es poca, si se tiene en cuenta que solo unas pocas comunidades se han subido al tren, habrá que ver que los detiene o no los convence, pero saque usted sus propias conclusiones, punto y final.