Voces

Cuando el éxito sabe amargo

Carlos recibió la noticia que tanto tiempo había anhelado: un ascenso, más salario y un cargo de mayor influencia en la organización donde colaboraba. Ese día llegó a casa con una sonrisa dibujado en su rostro, pero pronto se borró. La mesa estaba vacía, había abundancia de manjares y sabores, pero carente de afecto y respeto, sus hijos encerrados en sus cuartos, su esposa con la mirada distante y fría, enojada por los acuerdos de pareja olvidados. Había conquistado el reconocimiento en la oficina y de todos sus compañeros, pero al mismo tiempo había perdido la intimidad del matrimonio y ganado desprecio y rechazo de sus hijos que reprochaban su ausencia afectiva.

El libro de Proverbios lo dice con crudeza: “Mejor es un bocado seco, y en paz, que casa de contiendas llena de provisiones” (Prov. 17:1). La paz interior y el amor familiar valen más que cualquier banquete que traen los éxitos. Un plato sencillo, compartido con gratitud y respeto, alimenta mejor que un festín cargado de resentimiento.

Nuestra sociedad corre detrás de la abundancia y el consumo. Queremos más salario, más lujos, más estatus. Pero ¿qué pasa si en esa carrera perdemos la alegría y felicidad del matrimonio, la unidad con los hijos o la calma del corazón? Entonces descubrimos que la mesa más llena no puede saciar el vacío más profundo.

El alma no se llena y satisface con banquetes, cifras y títulos; solo se satisface en el amor de Cristo y esto se disfruta con rebosante paz interior, en la risa compartida, en el abrazo sincero de los que amamos.

El verdadero éxito y felicidad no se encuentra en un cargo ni en una cuenta bancaria abultada, viajes o comidas exóticas. Está en ser fiel a Dios en lo cotidiano, en lo privado e íntimo: en apagar el celular para escuchar a tu esposa, en sentarse a la mesa con gratitud, en orar con los hijos antes de dormir. Si bien es cierto el trabajo es un don, pero se convierte en un ídolo cuando roba lo más esencial, cuando lo urgente y emergente de la agenda, asesina lo esencial y lo necesario.

Aplicación: Hoy pregúntate: ¿qué estoy sacrificando en el altar del éxito? Si el precio es tu relación íntima con Dios y tu matrimonio, tus hijos o tu salud mental, tu paz interior, el costo es demasiado alto. ¡Detente! Ajusta tus prioridades. El poder y el dinero pasan; la fidelidad a Dios y el amor en casa son mucho mejor y esto no se oferta en cualquier tianguis de la esquina de tu colonia.

Reyes Saúl Bak Poot

Correo electrónico: ministrosaul@hotmail.com

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Publicado por
Daniela Balbuena