COLUMNA GEORGES GOUBERT
En el siglo XIX, cuando Marx escribió El Capital, había propietarios y trabajadores.
Los terratenientes defendían sus ganancias, y por tanto su poder social, y por ello explotaban a los trabajadores, lo que significaba extraer de su trabajo más valor monetario del que valía en el mercado libre, es decir, más que los salarios que pagaban. No es esclavitud; Así que los propietarios tenían un interés material inherente en maximizar ese margen y los trabajadores tenían un interés existencial en acercarlo lo más posible a cero.
Fue la contradicción irreconciliable en el corazón del capitalismo y la realidad estructural lo que galvanizó a la sociedad en dos grandes clases sociales en conflicto: el proletariado industrial y la burguesía capitalista.
Pero a medida que avanzaba la industrialización, también lo hacía el progreso científico. A medida que la tecnología se volvió infinitamente más compleja, la producción industrial requirió investigadores científicos, ingenieros, técnicos y una docena de otros profesionales.
Al mismo tiempo, el Fordismo (FORD) revolucionó la organización de la fuerza de trabajo, transformando pequeñas empresas industriales en burocracias corporativas masivas. Esto requirió la creación de una clase completamente nueva de empleados gerenciales para organizar la logística cada vez más compleja de la producción.
Estos nuevos empleados no eran trabajadores que vendían su fuerza de trabajo por un salario.
Los propietarios no obtuvieron sus ganancias explotando su mano de obra excedente. Por otra parte, tampoco eran propietarios de los medios de producción: sus oficinas, computadoras, laboratorios, instrumentos y aparatos no eran su propiedad, del mismo modo que las máquinas industriales de las cadenas de montaje no eran propiedad de los trabajadores.
La propiedad en sí se había convertido en un concepto más complicado y elusivo. Las empresas ahora eran propiedad de cientos o miles de accionistas distantes, en lugar de ser propiedad del propietario de la fábrica. De igual modo, los directivos de la empresa controlaban directamente los medios de producción diaria, más que cualquier accionista, pero sin ser realmente propietarios de ellos.
FIN