Anular elecciones
Ni Martha Erika ni Barbosa
Violencia y fraude, documentados
Parecería de necesaria salud pública anular las elecciones en Puebla. Ninguno de los dos contendientes principales (, por una coalición encabezada por el Partido Acción Nacional), y Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, por una coalición con Morena al frente, acredita las prendas adecuadas para hacerse con legalidad y legitimidad del mando de la importante entidad federativa que ha desentonado, respecto al más o menos apaciguado panorama electoral que se ha observado en general a lo largo del país.
La panista Alonso Hidalgo ha sido hasta hoy la beneficiaria clara de una elección de estado que operó su principal promotor y evidente jefe político, Rafael Moreno Valle, quien fue gobernador, dejó a un minigobernador de transición (Antonio Gali) y postuló a su esposa como candidata a la sucesión. Moreno Valle pretende instalar un cacicazgo sin atenuantes, él mismo como virtual senador y su esposa ya declarada, en primera instancia, como triunfadora del proceso poblano.
Otros dos experimentos dinásticos a nivel de gubernatura fueron derrotados este uno de julio en las urnas: en Veracruz, el padre Miguel Ángel Yunes con su hijo del mismo nombre; en Morelos, el padre Graco Ramírez con su hijo adoptivo, Rodrigo Gayosso.
Pero en Puebla, la continuidad conyugal del morenismo panista fue confrontada por el peculiar morenismo de otro personaje con malas referencias en ciertos sectores de la entidad: el mencionado Miguel Barbosa, proveniente de la escuela política de Los Chuchos (la corriente creada y dirigida por los jesuses, Ortega y Zambrano, dominante durante mucho tiempo en el partido del Sol Azteca.
Los ciudadanos de Puebla se toparon así, a la hora de las urnas, ante una lamentable ausencia de razones, en positivo, para definir su voto. En todo caso, tuvieron que decidir en función de lo menos peor, de lo menos inaceptable. Moreno Valle, expriista, promovido en su momento por Elba Esther Gordillo, y ahora panista, había construido una falsa aspiración presidencial para canjearla en su momento por la candidatura panista al gobierno de Puebla, para su cónyuge. Barbosa, experredista, brincador de oportunidad hacia la complaciente Morena, había canjeado el capital político que tenía, a nombre del Sol Azteca, para traspasarlo a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
Dado que el morenismo panista tuvo más recursos y fuerza (el aparato del gobierno estatal puesto al servicio de la esposa del aspirante a cacique), los resultados oficiales favorecen ya a Martha Erika. Por su parte, el morenismo barbosista se abalanzó a un salón de un hotel céntrico de la ciudad capital para denunciar una especie de “cueva de mapaches”. El abogado Santiago Nieto Castillo (en su momento, impulsado para ser fiscal federal de delitos electorales justamente por Barbosa, desde el PRD) ha registrado, a nombre de Morena, todos los elementos que podrían sustentar el recuento de votos.
Pero Morena, desde su dirección nacional, ha considerado que, más que defender la probable victoria de Barbosa, lo que procede es la anulación completa de la elección. Es decir, ni Alonso Hidalgo ni Barbosa Huerta. Es probable que esa sea la mejor solución posible, en tanto el cúmulo de irregularidades cometidas por Moreno Valle y su esposa hacen imposible “limpiar” la elección.
Además, y eso podría ser la gran ganancia para Puebla y para los dos principales partidos contendientes, se abriría la oportunidad a un cambio de baraja. El panismo, ya sin la presión chantajista de Moreno Valle ni la necesidad de Ricardo Anaya de ceder Puebla a cambio de eliminar obstáculos a su propia candidatura presidencial, podría presentar una carta sin tufo de continuidad dinástica, caciquil. Morena, por su parte, podría postular a un candidato sin la merma evidente que significa Barbosa, de tal manera que esa candidatura depurada hiciera más congruente la emisión del voto a favor del joven partido y sus aliados.
Para tener claro el contexto en el que Barbosa se hizo de la candidatura poblana, ha de recordarse que el lunes 27 de marzo de 2017 se realizó una peculiar cena en las oficinas de Andrés Manuel López Obrador en la colonia Roma de la Ciudad de México. Once senadores que habían llegado a su escaño bajo las siglas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) anunciaban su decisión de apoyar la candidatura presidencial del político tabasqueño, postulado por un partido adverso al PRD, llamado Morena. El principal organizador de esa transferencia de capital político había sido Miguel Barbosa Huerta, quien coordinaba la bancada senatorial del PRD y, en un pragmático juego de intercambio de servicios con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), había presidido, un año y medio atrás, la mesa directiva de esa cámara impropiamente llamada “alta” (en el sistema legislativo mexicano no hay cámaras altas ni bajas, aunque sí hay algunas facultades exclusivas de cada una).
En otro tema: es necesario dar mucha claridad al anuncio de que la administración lopezobradorista se propone crear una policía fronteriza, que en el sur del país se encargará de contener la migración irregular de centroamericanos en tránsito hacia Estados Unidos (aunque cada vez son más quienes prefieren quedarse en México). El gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido vergonzosamente complaciente con planes de Donald Trump como, justamente, la conversión de la frontera sur mexicana en una zona a conveniencia de los intereses políticos y de seguridad nacional de Washington.
El tema tiene especial relevancia a la luz de la visita, este viernes, del secretario de Estado, Mike Pompeo (y otros funcionarios estadunidenses: el secretario del Tesoro, y el yerno y asesor del propio Donald Trump), a Peña Nieto y, también, a López Obrador, a este en sus oficinas de la colonia Roma./
Y, mientras en Acción Nacional sube de tono la pelea por el control del partido, ¡hasta mañana!