Exactamente a un mes de haber soltado un mañanero tuit de amago, aunque disfrazado de amable exploración, y a ocho días de haber advertido que consideraba declarar como terroristas a los cárteles mexicanos del crimen organizado, Donald Trump hizo que su procurador de justicia, el fiscal general William Barr, se reuniera en México con el presidente de México y sus principales secretarios para “fortalecer” un Grupo de Alto Nivel de Seguridad (Ganseg, formado el 27 de agosto del año en curso) que ensanchará las vías de injerencia del país imperial en su vecino ya doblegado este mismo año en cuanto a asuntos migratorios.
El tuit de Trump (emitido a las 7.25 am del martes 5 de noviembre de 2019) se produjo un día después de la aún insuficientemente esclarecida matanza de mujeres y niños pertenecientes a la comunidad mormona asentada en Chihuahua, una de cuyas ramas familiares más conocida es la de los LeBarón. El ocupante de la Casa Blanca comenzó diciendo: “Una familia y amigos maravillosos de Utah quedaron atrapados entre dos viciosos carteles de la droga, que se disparaban el uno al otro, con el resultado de que fueron asesinados muchos grandes estadounidenses, incluidos niños pequeños, y algunos desaparecidos”.
Tal caracterización le permitió a Trump trazar su ruta de combate: “Si México necesita o solicita ayuda para limpiar estos monstruos, Estados Unidos está listo, dispuesto y capaz de involucrarse y hacer el trabajo de manera rápida y efectiva”; los cárteles en México se habrían vuelto “tan grandes y poderosos que a veces necesitas un ejército para derrotar a un ejército”.
El presidente mexicano y el estadunidense hablaron por teléfono. El primero dijo que había agradecido la propuesta del segundo pero que la había rechazado: los asuntos de los mexicanos los resuelven los mexicanos, habría sido la postura gubernamental. Dos episodios cercanos deben tenerse en cuenta a la hora de analizar lo acordado ayer: el extraño episodio culiacanense de la detención y posterior liberación de un hijo del Chapo Guzmán y las inusitadas críticas al poder presidencial civil por parte de un general en retiro, ante la élite militar en pleno.
Aquel cinco de noviembre, Trump asestó un tercer tuit, más explícito: “Este es el momento para que México, con la ayuda de Estados Unidos, libere la GUERRA a los carteles de la droga y los borre de la faz de la tierra. ¡Simplemente esperamos una llamada de su gran nuevo presidente!”. Y el 27 de noviembre reveló en una entrevista que llevaba tres meses estudiando la manera de impulsar que los cárteles mexicanos sean declarados organizaciones terroristas foráneas.
Ayer, la Secretaría de Relaciones Exteriores informó que “entre otros puntos”, el fiscal estadunidense y los funcionarios mexicanos “conversaron sobre cooperación en materia de tráfico de armas, lavado de dinero, trasiego internacional de drogas y cómo hacer frente en conjunto al crimen transnacional y al tráfico internacional de drogas”.
Cuando Trump presionó a México para que cambiara drásticamente su política migratoria, la parte mexicana se refugió en una retórica de presunta defensa del interés nacional que, en los hechos, significó la aceptación llana de las pretensiones dictadas desde Washington.
Ahora, igualmente se recurre al citado Ganseg y se pronuncian frases nacionalistas, para consumo interno, pero una vez más avanzan las exigencias del rudo empresario y político que está en vías de ser políticamente enjuiciado en el Senado de su país (aunque es de preverse que la aritmética de las bancadas lo salvará). Además, lo cual no es poca cosa, la firma del tratado comercial norteamericano (México, Canadá y Estados Unidos) sigue entrampado en las batallas políticas estadunidenses, lo cual causa justificadas preocupaciones en México. ¡Hasta el próximo lunes!