Romo y los equilibrios
Ramírez Cuevas, a medios
Yáñez, atención ciudadana
En la lista de nombramientos del que será el círculo más cercano a la operación cotidiana de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República, destaca la reaparición de Lázaro Cárdenas Batel, como coordinador de asesores.
Luego de una larga estancia en Estados Unidos, dedicado a asuntos académicos y de investigación, el ex gobernador de Michoacán llega a un cargo político cuya dimensión e influencia dependerán de varios factores, esencialmente del nivel de juego político que le quiera dar su jefe tabasqueño (quien está cargado de personal deseoso de ganar su atención y de promover sus proyectos) y, en ese mismo entorno de intrigas palaciegas, de la aceptación o rechazo que el verdadero primer círculo obradorista otorgue al recién llegado. Quien no hizo ningún sacrificio, del cual haya constancia pública, para el triunfo “de la causa”, salvo algún acompañamiento a AMLO en alguna visita al vecino país del norte.
La designación de Cárdenas Batel es un signo de agradecimiento de López Obrador a Cuauhtémoc Cárdenas, quien dio al oriundo de Tepetitán la oportunidad de ir escalando en la política nacional desde el Partido de la Revolución Democrática, bajo control pleno del ingeniero michoacano en aquellos tiempos. Agradecimiento a pesar del largo distanciamiento político, marcado por el 2000 en que Cárdenas se fue a su casa, derrotado en su segunda campaña presidencial por el imparable Vicente Fox, mientras López Obrador se iba a la jefatura del gobierno capitalino, a iniciar su historia política propia; en cuyo despunte se incluyó la guerra política contra Rosario Robles, cercana a Cárdenas y relacionada, al igual que Carlos Ahumada, con Lázaro, quien será coordinador de asesores en Palacio Nacional.
El guiño a la familia Cárdenas era esperado desde que el ganador de las elecciones presidenciales recibió en su casa de campaña a Cuauhtémoc Cárdenas y a sus hijos, Lázaro y Cuauhtémoc, el pasado 3 de julio, el mismo día en que el tabasqueño por primera vez vería a Enrique Peña Nieto en el ahora tan utilizado Palacio Nacional. En un principio se especuló respecto a la dirección de Petróleos Mexicanos, un puesto que AMLO había ofrecido al jefe de la familia en 2012, según éste declaró en una entrevista periodística.
Etiquetada como representante del nacionalismo revolucionario, en especial de la vertiente histórica encabezada por el general Lázaro Cárdenas del Río, la presencia de un miembro de esa familia podría significar un contrapeso a la figura y acciones de Alfonso Romo, el empresario derechista al que López Obrador ya había “destapado” como jefe de la oficina de la Presidencia de la República desde el pasado 22 de junio, cuando sometió tal designio a “votación”, a mano alzada, entre asistentes a un acto de proselitismo en la Macroplaza de Monterrey.
Hasta ahora, Romo ha sido el hombre de mayor fuerza ejecutiva en el entorno de López Obrador. Jugó un papel central en el convencimiento de sus colegas de la iniciativa privada para apoyar al candidato de Morena y ha sido una especie de vocero extraoficial, pero nunca desmentido, de los corrimientos de AMLO al centro o abiertamente a posiciones gratas al derechismo empresarial. No es usual que López Obrador permita el crecimiento de figuras políticas fuertes ni la concentración de poder en manos ajenas. En ese sentido, Cárdenas Batel podría ser una pieza a utilizar para restablecer equilibrios internos.
Jesús Ramírez Cuevas y César Yáñez Centeno, colaboradores de largo historial en la cercanía con López Obrador, fueron designados, respectivamente, como coordinadores de comunicación social y de política y gobierno (en este caso, con acento intencional y explícito en la atención a los ciudadanos, sus propuestas y quejas o denuncias). El primer círculo tendrá a Alejandro Esquer Verdugo, también de los acompañantes históricos de AMLO, en la secretaría particular; y a Daniel Asaf Manjarrez a cargo de la veintena de ayudantes que cuidarán del todavía presidente electo.
El afecto y la confianza de López Obrador en su coordinador de comunicación social tuvieron expresiones verbales y gráficas. El propio tabasqueño pidió tomarse una fotografía individualizada con Jesús Ramírez Cuevas, a quien tocará lidiar con el difícil cuadro de complicidades y presiones de los principales medios de comunicación, en el contexto de una viciada relación histórica que ahora está llamada a correcciones profundas. Para empezar, por el simple hecho de que será reducido a la mitad el presupuesto del gobierno federal destinado a esos medios. Ramírez Cuevas tiene formación política de izquierda y ha sido director del periódico obradorista Regeneración.
Yáñez Centeno ha sido el silencioso acompañante único de López Obrador en la inmensa mayoría de los viajes por toda la república. Discreto, sólo aparecía detrás del político tabasqueño en las conferencias de prensa que se daban en las escaleras de algún tapanco de mitin o en algún otro momento en que los reporteros abordaban al fundador de Morena: César grababa preguntas y respuestas y, si se daba el caso, enviaba los desmentidos o precisiones del caso. Es de suponerse que descansará al ser relevado de las ingratas tareas de comunicación social: ahora será responsable de atender con cuidado a los ciudadanos que soliciten auxilio o intervención del gobierno obradorista.
Una designación clave es la de Gabriel García Hernández, quien fue poderoso secretario de organización del comité nacional morenista y, ahora, coordinará ni más ni menos que a los delegados obradoristas en estados y regiones; la estructura de centralización del poder en Palacio Nacional y de decisión de inversiones y programas en las entidades federativas. Los adversarios de García lo han acusado con reiteración de ser, además, un recaudador de fondos para operaciones electorales. Ahora tendrá más poder que los gobernadores y una influencia que va más allá de la denominación oficial de su encargo. ¡Hasta mañana!