El ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, está más presente que ninguno de sus antecesores en el escenario público, a través de declaraciones que pueden producir tormentas mediáticas (como la denuncia de las presiones que habría recibido de parte de Felipe Calderón Hinojosa cuando este habitaba Los Pinos) y mediante posicionamientos críticos del propio Poder Judicial de la Federación.
Durante el sexenio administrado por Enrique Peña Nieto fue el entonces secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, quien rompió el silencio tradicional en una de las zonas oscuras de la institucionalidad (sobre todo, para presionar abiertamente a los poderes civiles para que hicieran reformas que legalizaran su actuar contra el crimen organizado). Irónicamente, lo que no pudo conseguir Cienfuegos con Peña fue alcanzado de manera colmada por el general Luis Cresencio Sandoval en el contexto del bono popular otorgado a la llamada Cuarta Transformación.
Zaldívar, quien mantiene una relación de solidaridad con el gobierno obradorista en sus aspiraciones de transformación desde las instituciones, hizo antier señalamientos que tienen trascendencia: “En un país donde la gente nos observa a los jueces alejados, ajenos al dolor de los ciudadanos, ajenos a los cambios sociales que requiere nuestro país, me parece que los jueces no podemos quedarnos estáticos y no podemos quedarnos encerrados y me parece que los ministros no podemos seguir viviendo en una esfera de cristal a la cual no puede acceder nadie”.
Lindando con los terrenos del discurso político, que bien podría pronunciarse en una plaza pública o en una campaña electoral, Zaldívar, tal vez con el caso del exministro Eduardo Medina-Mora como referencia, propugna por la colocación del aparato judicial en una esfera de cristal que permita visibilidad crítica.