Crece estadística roja
Desleídos, Durazo y Gertz
“Consultas” sobre el sur
En Minatitlán les fueron colocados brazaletes con las siglas GN (es de entenderse que significan Guardia Nacional) a militares y policías que proporcionaron el más aparatoso cuadro de protección armada a una gira de trabajo del presidente Andrés Manuel López Obrador. Fue una improvisación, forzada por el cuadro trágico sucedido una semana antes en aquella población veracruzana. El propio titular del Poder Ejecutivo Federal mencionó que ese día y en ese lugar se estaba instalando la coordinación de la mencionada Guardia, en un fraseo relativamente esquivo que podría más adelante argüir que no se estaba adelantando abiertamente (o violentando) a los tiempos legislativos, que aún no cierran el círculo de legalización del tema, sino, simplemente, instalando una “coordinación” administrativa, casi un lance burocrático de menor calado.
Sin embargo, también fue un gesto indicativo: con uniforme nuevo o sin él, con leyes secundarias o sin ellas, con marco jurídico completo o no, el accionar de la mencionada Guardia descansará de manera central y definitoria en las Fuerzas Armadas como tales y lo importante y urgente serán los resultados.
Al presidente López Obrador le urge bajar las cifras de la estadística criminal y la percepción social de que hay una violencia desbordada y una generalizada incapacidad de los mandos políticos para enfrentar tal proceso que es tan socialmente angustiante. En la madrugada de este domingo fueron asesinadas once personas en dos ciudades importantes: seis en Guadalajara, afuera de un domicilio particular, y cinco en Chihuahua, en el marco de una fiesta.
Hay, desde luego, bandos políticos contrarios al obradorismo que casi festejan los datos que muestran el primer trimestre del año en curso como el más violento de la historia documentada respecto al crimen organizado. Difunden con entusiasmo las estadísticas para hacer ver que, al menos en términos numéricos, las cosas no han cambiado e incluso van peor. Esas manipulaciones e intrigas, sin embargo, no disuelven el hecho a la vista: el inicio de la nueva administración federal no ha logrado revertir tales cifras con la rapidez electoral prometida. Cierto es que en un puñado de meses no se puede cambiar una realidad de dos sexenios de violencia acumulada, pero en este tramo de arranque tampoco se advierten hechos o signos fundadamente alentadores.
Luego de un largo rechazo a la militarización, durante sus campañas electorales, López Obrador se entregó a un pragmatismo extremo, rehabilitando al Ejército como eje de control social y, en particular, de la nueva temporada de la misma película, ya conocida, la “guerra contra el narcotráfico”. El general Luis Cresencio Sandoval ha asumido un rol público de primer nivel y la Secretaría de la Defensa Nacional se ha convertido en una especie de coayduvancia para la atención y solución de problemas sociales varios, desplazando a la secretaría de Marina (cuyo titular, el almirante José Rafael Ojeda Durán, parece satisfecho con el papel en segundo plano que se le ha venido asignando) y tomando abiertamente el control de la multimencionada Guardia Nacional a través del jefe de este cuerpo, el general Luis Rodríguez Bucio.
Poco peso real tienen los civiles que podrían hacer algo de contrapeso: el secretario de protección y seguridad ciudadana, Alfonso Durazo, hace méritos de disciplina con la vista puesta en la candidatura de Morena a la gubernatura de Sonora y el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, se ha desgastado en muy poco tiempo, entre rumores (de estado de salud, de renuncia, de distanciamientos) y pocos pasos alentadores y eficaces en cuanto a procuración de justicia.
Otro tema que muestra improvisaciones y genera desasosiego es el de las consultas legales relacionadas con proyectos del sur mexicano, especialmente por cuanto al Tren Maya, el corredor transístmico y otros proyectos desarrollistas.
Este lunes habrá de informar el presidente de la República sobre consultas legales que ha dicho se realizaron días atrás, las cuales habrían arrojado una aprobación mayoritaria a los planes de desarrollo en el sur mexicano. Los convenios internacionales sobre la materia obligan a cumplir con puntualidad ciertos requisitos que permitan dar validez a tales consultas. Entre ellos, el dar publicidad amplia y oportuna a esos procesos y suministrar a los consultados la suficiente información sobre el tema.
Por lo pronto, este domingo el presidente López Obrador realizó un simulacro de consulta, al preguntar a asistentes a un acto público si están de acuerdo con los mencionados proyectos de desarrollo. A mano alzada, y habiendo señalado que esa reunión era una “asamblea”, en la que había diversidad de puntos de vista (el anfitrión era el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, todo un emblema de limpieza en asuntos electorales), el político tabasqueño obtuvo una aplastante elevación de brazos en alto, lo cual le llevó a puntualizar que hay un abierto apoyo a los temas a votación.
En España obtuvo la mayoría de votos el partido en el poder, el Socialista Obrero Español, con Pedro Sánchez a la cabeza. Pero los números alcanzados obligan a alianzas que, en principio, se supone habrán de realizarse con Unidas Podemos, la formación dirigida por Pablo Iglesias. Es decir, en primera lectura, la izquierda (con sus diversos matices) ha triunfado sobre el espectro derechista en el que el Partido Popular es el principal damnificado, aunque Vox, la expresión de la derecha extrema, se ha instalado ya en firme en el congreso hispano. En realidad, Unidos Podemos tuvo un retroceso en la cosecha de votos y su traducción en asientos legislativos. Por otra parte, los movimientos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco obtuvieron victorias muy importantes. La gran incógnita es Ciudadanos, liderada por Albert Rivera, el otro segmento derechista que podría ser necesario para que Sánchez y el PSOE puedan alcanzar la mayoría legislativa que les permita formar gobierno. ¡Hasta mañana!