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En Washington, la cena del poder

POR: JULIO LÓPEZ HERNÁNDEZ
TWITTER: @julioastillero

Sería un error suponer que la cena en la Casa Blanca, con empresarios de Estados Unidos y una oncena de capitales mexicanos, constituirá el punto principal o más trascendente de la polémica visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a los dominios de un depredador político en busca de reelección.

Las reuniones de trabajo entre funcionarios de ambos países, y los acuerdos a los que se lleguen, podrían tener significados explícitos o implícitos en los que se refleje la histórica asimetría entre ambas naciones y la conocida voracidad en lo inmediato del anfitrión, Donald Trump.

Además del obvio riesgo de que la presencia del político tabasqueño en Washington sea utilizada para fines propagandísticos por la Oficina Oval en su batalla por votos frente a los demócratas. Sin embargo, la mencionada cena binacional del poder económico y político ha concentrado la atención en México.

Por un lado está la condicionada oportunidad de que ante el padrinazgo y arbitraje del citado Trump vuelva a encarrilarse en lo posible la relación de los grandes capitales, nativos y extranjeros, con En Washington, la cena del poder el presidente López Obrador, al que acusan de no respetar reglas ni acuerdos relativos a la inversión que, por tanto estaría retraída o sería volátil.

Para fines internos, la conformación de la lista de comensales de lujo genera especulaciones y suspicacias.

Si de esa cena, tan “neoliberal”, habrán de desprenderse las líneas maestras de un proyecto que dé ganancias económicas a los empresarios involucrados y políticas a los presidentes vecinos, resulta llamativa la nómina de los mexicanos convidados, por cuanto refleja cercanías, beneficios y privilegios.

Fue invitado alguien de presencia inmediatamente explicable, como Carlos Slim Helú, uno de los hombres más ricos del mundo, siempre hábil para acomodarse a los poderes mexicanos en turno.

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Pero no fueron convocados otros de los pesos pesados (no dueños de medios), con excepción de Carlos Hank González (nieto del famoso profesor priista de nombre y apellidos similares), del Grupo Financiero Banorte, quien, al igual que Slim, ha sabido sobrellevar el agridulce sabor del sexenio en curso.

También entrarán a la Casa Blanca, del ámbito empresarial, Patricia Armendáriz Guerra, de Financiera Sustentable, y Carlos Bremer Gutiérrez, de Grupo Financiero Value, conocidos en especial por su participación en un programa televisivo de “tiburones” en busca de invertir en proyectos novedosos y redituables.

En un apartado que mezcla la propiedad de medios de comunicación, en particular televisivos, con otros negocios no mediáticos, van Bernardo Gómez, de Televisa (en cuya casa se reunieron a cenar, en marzo de 2019, el presidente López Obrador y Jared Kushner, yerno de Trump y virtual comisionado de este para el “tema” México); Ricardo Salinas Pliego, del Grupo Azteca (promotor y miembro del consejo empresarial asesor de AMLO); Olegario Vázquez Aldir, de Imagen, el diario Excélsior y negocios hoteleros, hospitalarios y de construcción; y Francisco González Sánchez, del Grupo Multimedios (diario Milenio, Milenio TV).

Asistirán, también, el compadre del presidente López Obrador, Miguel Rincón Arredondo, de Biopapel y otro de los empresarios especialmente favoritos de este sexenio, Daniel Chávez Morán, de Grupo Vidanta, a quien AMLO nombró supervisor honorario de los trabajos de construcción del Tren Maya (Mayan Palace).

Y una sorpresa que podría tener incluso significados electorales para 2024, aunque todo dependiendo del desenlace de la elección estadunidense del presente año: Marcos Shabot Zonana, a quien se anunció como empresario de Zonana de Arquitectura y Construcción, sin mencionar que es el presidente del Comité Central de la Comunidad Judía de México, con grandes intereses e inversiones en la capital del país, gobernada esta por Claudia Sheinbaum.