• Anaya y Diego: tentativa de mártir
• Torpeza gubernamental propicia
• Exsocio de Slim, probable embajador
Son demasiados los componentes explosivos puestos en el escenario, cuando ni siquiera han comenzado formalmente las campañas presidenciales. La pelea por el segundo lugar de las preferencias, como plataforma de lanzamiento de una futura cacería feroz contra quien se sostiene en el primero, ha llegado a inusuales niveles de violencia declarativa que hacen preguntar hasta dónde están dispuestos a llegar los factores tradicionalmente confabulados, PRI y PAN, no solo en esta escandalosa lucha por posicionarse alguno de ellos como finalista sino, sobre todo, hasta dónde están dispuestos a llegar en la segunda etapa de este plan en curso, cuando una de esas coaliciones se enfrente ya directamente, en lucha súper libre, al adelantado Andrés Manuel López Obrador.
Invocaciones tempranas de violencia: el agorero Diego Fernández de Cevallos, tutor político y jurídico de Ricardo Anaya Cortés, habló en el noticiero radiofónico conducido por Ciro Gómez Leyva de la ejecución del candidato panista como último recurso para frenar su presunto destino manifiesto rumbo a Los Pinos: “La única forma que tienen para quitar a Ricardo Anaya es matándolo, ya no le anden buscando… Por eso les digo, para que lo entienda el gobierno: pueden sacar todo el baño de lodo, a Ricardo Anaya sólo lo quitan el día de la elección muerto, no va a haber otra manera, punto”.
Considerado como un operador estelar de Carlos Salinas de Gortari, el ampuloso Diego trata de colocar una aureola de martirologio hipotético sobre la testa del joven acusado con fundamento de beneficiarse de maniobras de lavado de dinero. El queretano se deja querer, en ese súbito esfuerzo cevallesco de elevarlo a los altares patrios aunque sea en grado de tentativa y, entrevistado en Guanajuato, reconoce su posible destino electoral manifiesto: “Voy a ser el Presidente de México y no tengan ninguna duda; y ya dijo Diego cuál es la única manera en que me pueden detener”.
La impensada conversión de una prosperidad inmobiliaria anayista, más que sospechosa, en un proyecto de heroicidad patria bajo amenaza (del desafuero de AMLO en 2006, al “desagüero” de impostura en 2018), ha contado con una colaboración tragicómica de funcionarios bajo mando absoluto de Enrique Peña Nieto. Así han tenido que aparecer en escena, para cumplir papeles de vergüenza, el encargado de la Procuraduría General de la República, Alberto Elías Beltrán, reiteradamente utilizado para cumplir caprichos y consignas provenientes de Los Pinos, y el secretario de Gobernación (político de estilo Totalmente Atlacomulco), Alfonso Navarrete Prida. Ambos han tratado de explicar y justificar las peculiares acciones excesivas del gobierno federal contra un anterior aliado que hoy requiere acomodarse alguna vestimenta de opositor extremo.
¿Hasta dónde llegarán? Diego simulando, ¡él!, ser un fiero opositor al sistema e incluso un descalificador de la PGR: “hijos de puta”, dice que dijo, pero no a algún burócrata sino a la institución a la que él mismo prostituyó al enviar ahí a un propio, a un socio de despacho, Antonio Lozano Gracia, como procurador en la administración Zedillo. A fin de cuentas, todo cuenta y todo vale en este proyecto de victimización de Ricardo Anaya. ¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar?
Ha anunciado Roberta Jacobson que en mayo próximo dejará la embajada de Estados Unidos en México. Será recordada por su tenue y alegre paso por un cargo que otros de sus ocupantes ejercieron entre tensiones y maquinaciones. Jacobson pareció más bien una especie de directora de relaciones públicas, pues ella fue propuesta por la administración Obama y, luego de un largo y complicado proceso de confirmación senatorial, asumió la representación en México sin contar con la conformidad de la administración Trump, además que la relación política entre la Casa Blanca y Los Pinos fue llevada por dos vías convergentes: por Luis Videgaray Caso, quien formalmente es el secretario de relaciones exteriores pero, en los hechos, ha sido una especie de embajador de doble vía, y por el ahora degradado yerno de Trump, Jared Kushner, a quien su suegro habilitó como virtual comisionado para asuntos mexicanos, con Videgaray como oficioso adjunto.
Según filtraciones periodísticas, el relevo de la sutil Jacobson será Edward Whitacre junior, llamado Ed, un empresario texano de 76 años de edad que fue el más alto ejecutivo de la empresa de telecomunicaciones AT&T y de la automotriz General Motors. Whitacre tiene en su biografía un peculiar punto de contacto con México, pues fue socio del empresario Carlos Slim en uno de los episodios más significativos de transferencia de riqueza pública a compañías privadas, mediante entendimientos políticos hasta ahora criticados: la compra de Teléfonos de México, entonces propiedad del Estado mexicano, a un precio y en condiciones tales que crearon la plataforma de despegue de una fortuna, la de Slim, que durante años ha figurado entre las más altas del mundo. El probable embajador de Trump en México era director ejecutivo de SBC Communications, que junto con France Telecom y Slim adquirieron de inicio la paraestatal mexicana.
El retiro de Jacobson se produce luego del choque por vía telefónica que The Washington Post asegura se produjo entre Trump y Peña Nieto, con la consecuencia inmediata de la cancelación de una hipotética reunión “cumbre” en la Casa Blanca. El cambio de embajador también tiene como contexto la pérdida de poder del yerno Kushner, a quien se ha negado acceso a documentos gubernamentales de “alto secreto” debido a su inexperiencia, a su conflicto de intereses empresariales y a la presunta manipulación que sobre él pretenderían ejercer diplomáticos de cuatro países, entre ellos México. No debe perderse de vista, además, que el arribo del primer embajador real de Trump en México se dará a dos meses de las complicadas elecciones mexicanas que desde ahora tienen prendidos focos de alarma en varios tableros del país vecino. ¡Hasta el próximo lunes!