El joven de las marquesitas
Monterrey: futbol y violencia
Belinda, en Segob
El joven Bruno “Z” (su apellido ha sido difundido en redes sociales, pero él ha preferido usar solo la inicial en una de sus propias cuentas de internet) fue agraviado de manera prepotente y clasista por una pareja de presuntos socios de un establecimiento comercial, a cuyas afueras el joven se había instalado con un carrito de venta de marquesitas (aunque, originalmente, se habló de venta de nieves): la mujer, armada con un pequeño bate, azuzó, amagó y cubrió al hombre que, desbordado, animalesco, golpeó una y otra vez al mencionado Bruno e incluso intentó asfixiarlo.
Conforme a la incomprensible costumbre de apodar a personajes siniestros y nauseabundos con denominaciones reverenciales (“lord” y “lady”, en lugar de las secas palabras que en español pueden aplicarse con rigor a los merecedores de ser enviados al reino de la escatología: mierdas, por ejemplo, aplicable a ambos géneros), a Ricardo Barradas lo apodaron “lord Maestro Limpio”, en función de su marcada calvicie, y a la acompañante, Adriana “Pks”, como “lady Bat”, socios, ambos, del restaurante Pacífico Terraza, que con rapidez se desmarcó de la pareja que el domingo tuvo en redes sociales gran difusión negativa a causa de lo que habían hecho un día atrás.
Sin embargo, a pesar de la evidencia de lesiones no superficiales, y del riesgo de un daño grave en uno de los ojos del joven Bruno, la pareja agresora llegó a un “acuerdo reparatorio” en instancias ministeriales del Estado de México (instancias, como todo mundo sabe, siempre susceptibles de moverse al sonoro rugir de un billete) y, en un abrir y cerrar de ojos, quedaron Ricardo y Adriana en libertad, mientras Bruno tardaba en emitir (lo que hizo hasta el lunes) un escrito de generoso conformismo en el que acepta los hechos sin mayor reproche y se alista a reanudar más adelante, en cuanto su salud se lo permita, la venta de los dulces productos cuya paternidad es adjudicada a un comerciante de Mérida, Yucatán, desde hace más de setenta años.
Lo sucedido en esas calles de Naucalpan, Estado de México, y luego en los arreglos “reparatorios”, consitituye una lección social imperiosa: todo se puede hacer en México, y “arreglarlo”, con el poder del dinero. El Estado mexicano, en sus distintas jurisdicciones, ha renunciado a su obligación esencial de procurar justicia y garantizar paz social pues, a través de un nuevo sistema penal y sus fórmulas de “acuerdo” entre agresores y agredidos, entre delincuentes y víctimas, se lava las manos y permite que delitos contra la integridad de las personas y quebrantos graves de la convivencia entre ciudadanos sean “superados” mediante el uso de dinero, influencias y tretas.
En Monterrey, por su parte, una de las aficiones futboleras más elogiadas por su apego a los colores de sus clubes (las del Monterrey y de los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León) se vio manchada con sangre proveniente del fanatismo deportivo y el salvajismo de manada. Lo extraordinario, en realidad, es que hasta ahora no se haya producido una tragedia mayor a la del joven acuchillado y, aún a la hora de teclear esta columna, en grave estado de salud.
Las autoridades, comenzando por las de la Federación Mexicana de Futbol (dominada por Televisa) y las de los clubes en particular, han permitido el desarrollo y crecimiento de una violencia amparada en presuntas pasiones deportivas. Tiempo es de que se frene la subvención y apoyo a “barras” (término proveniente de Sudamérica, en lugar de las mexicanas “porras”) y que se tomen medidas eficaces para impedir esa violencia que, ciertamente, refleja el ánimo social más que crispado en que vive el país, pero en el caso del futbol profesional toma dimensiones mayores.
Alfonso Navarrete Prida tuiteó “Este mediodía recibí en la @SEGOB_mx a la cantante y actriz @belindapop a quien le informé que para ella no es aplicable el Artículo 33 de la Constitución cuya finalidad atiende a otro tipo de conductas y circunstancias”. Deferencia y prontitud, extrañas en una secretaría usualmente asediada por mexicanos que por miles han demandado información y aplicación de las leyes.
La prontitud de Navarrete Prida constituye una respuesta a lo planteado por una sala regional especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que previamente había determinado que la mencionada Belinda Peregrín Schüll había infringido los ordenamientos legales que prohíben a extranjeros participar en actividades políticas mexicanas.
Dado que Peregrín Schüll radica en México en condición de extranjera (aunque esté en busca de naturalizarse como mexicana) y participó en actos en apoyo a la coalición Juntos Haremos Historia (en la Ciudad de México y en el estado de Morelos), la mencionada sala del tribunal electoral determinó que se había violado el Artículo 33 de la Constitución y, bajo esa consideración, ordenó “dar vista a la Secretaría de Gobernación para que en ámbito de sus atribuciones determine que a su derecho convenga”.
Y, bueno, lo que al secretario Navarrete convino fue recibir a la mencionada Belinda, quien tuiteó que ella fue a Bucareli para pedir que le informaran oficialmente de lo que hasta entonces solo había visto en medios, asegurarle que los preceptos invocados por la sala especializada del Tribunal Electoral no le son aplicables, y darle a todo esto la debida difusión tuitera. A miles y miles de manifestantes, que acampan alrededor de Bucareli y se eternizan en demanda de audiencias y resoluciones, mucho bien les haría empezar a tararear, cuando menos, “el baile del sapito”.
Y, mientras, YouTube ha suspendido por tres meses la transmisión del programa Sin Censura, que el valiente y veraz periodista Vicente Serrano transmite desde Chicago, luego que en una emisión se criticaron a fondo declaraciones y hechos relacionados con Angélica Rivera, esposa de quien aún estará en el poder formal un poco más de dos meses, ¡hasta mañana!