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Calderonismo de capa caída

Gil Zuarth hace guiños a AMLO
Graco impone a hijo adoptivo
Mancera, ¿senador de lista?
El calderonismo vive horas bajas. No hubo masas fervorosas que persiguieran a Margarita Zavala a fin de darle firmas de apoyo para que sea candidata “independiente” a la Presidencia de la República, y las que ha conseguido están en entredicho, gestionada una parte de ellas por personal pagado por el Estado, con cargo a los privilegios del esposo como exresidente de Los Pinos.
Haiga de ser como haiga de ser, si a Zavala le validan el número suficiente de firmas para que sea candidata, parece improbable que logre colarse al tablero de primer nivel, hasta ahora ocupado por las coaliciones partidistas encabezadas por Morena, PRI y PAN. La exdirectora del DIF tendría, en todo caso, algún boleto para premios de consolación familiar o grupal.
Por cierto, otro sedicente aspirante a la Presidencia de la República, Miguel Ángel Mancera, está por dar un sumiso ejemplo de adaptación a la cruda realidad: tal como se filtró desde diciembre del año pasado, estaría en proceso interpartidista el darle un lugar en la lista de candidatos al senado por representación proporcional (vía fácil y a la segura). Según lo difundido ayer, sería ¡el PAN! quien lo postularía, posibilidad que no fue negada por el propio aludido, quien informó que no tiene ninguna propuesta todavía y que, en cuanto la tenga, dará a conocer su resolución.
Para tener un parámetro del salto hacia atrás que pretende dar Mancera (aparte de dejar a la Ciudad de México en condiciones deplorables) recuérdese que ninguno de los jefes del gobierno capitalino que haya sido electo optó en su momento por una candidatura así, a la baja y con tufo de búsqueda de protección ante eventuales problemas judiciales: Cuauhtémoc Cárdenas dejó el gobierno del Distrito Federal para ser candidato presidencial, igual que Andrés Manuel López Obrador, y Marcelo Ebrard cumplió completamente el sexenio, interesado en 2012 en ser parte del probable gabinete de AMLO.
De vuelta al tema del calderonismo, otra muestra de su declive la dio ayer el senador Roberto Gil Zuarth, quien anunció su retiro de la vida partidista, pero no de la política, para dedicarse a su profesión de abogado. Gil fue uno de los mal llamados “rebeldes” del PAN que pretendieron confrontar al sinuoso Ricardo Anaya Cortés. Otro de ellos, Javier Lozano Alarcón, trocó su presunta rebeldía en apoyo al candidato presidencial priista, José Antonio Meade, de quien es ya uno de los voceros. Ernesto Cordero, quien se hizo traicioneramente de la presidencia de la directiva del Senado, sobrevive en condición de utilería en actos ceremoniales, en espera, si acaso, de algún premio menor. Otros de aquellos supuestos rebeldes navegan también a la deriva, con expectativas reducidas.
El chiapaneco Gil Zuarth es una hechura de Felipe Calderón, de quien fue secretario particular cuando éste era residente en la casa presidencial. Además, Calderón y Zavala pretendieron sostenerlo como carta para la tercera imposición de ese grupo en la presidencia del PAN (antes habían instalado a Germán Martínez Cázares y a César Nava Vázquez), intento que fue frenado por Gustavo Madero en 2010, fecha desde la cual el calderonismo perdió el control de su partido, aunque negociando, por ejemplo, ciertas cuotas de candidaturas a diputaciones y senadurías, una de ellas asignada al mencionado Gil Zuarth.
La inviabilidad del calderonismo, en específico de la candidatura de Margarita Zavala, ha sido remarcada ahora por Gil Zuarth, quien no ha dicho en lo inmediato si se incorporará a la eventual postulación “independiente” de la exdirectora del DIF nacional. En cambio, en consonancia con lo escrito de manera reciente en un artículo periodístico, hace guiños a López Obrador, abriendo el camino a una futura incorporación a tareas de diseño de acuerdos políticos con el tabasqueño contra el cual ha pedido dejar de lado “la trivialización y la estigmatización”, convencido ya este calderonista de que “hay que dejar el cuento de que AMLO es un peligro para México”.
En Morelos se ha dado un paso más en el intento de convertir a México en reino de dinastías, con derecho a sucesión hereditaria directa. Rodrigo Gayosso Cepeda, hijo adoptivo del actual gobernador, Graco Ramírez, fue designado por el Partido de la Revolución Democrática como candidato a la sucesión. Nada habría de criticable en el asunto si la carrera de Gayosso Cepeda se hubiera construído de manera independiente al poder del citado Ramírez. Pero ha sido lo contrario: el peso de Graco se ha impuesto en distintas ocasiones para construir esa candidatura; por ejemplo, colocándole indicativamente en la presidencia del comité estatal del PRD como plataforma para la postulación que, además, se da en el marco de los arreglos políticos cuyo contexto es la coalición entre PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.
A esa misma cuenta de pretensiones dinásticas, por arreglos con el candidato presidencial Ricardo Anaya Cortés, hay que sumar la cesión de la candidatura panista en Puebla a Martha Erika Alonso para que intente ser gobernadora, sin recibir la estafeta directamente de su esposo, Rafael Moreno Valle, quien preventivamente ideó una minigubernatura de transición, dejada a cargo de Antonio Gali (el mismo truco de las manos “alternas” fue practicado un sexenio atrás por Humberto Moreira, quien habilitó a Jorge Torres como gobernador interino para que fuera éste, y no el propio hermano, quien traspasara el poder coahuilense a Rubén Moreira). Otro expediente dinástico con el visto bueno de Ricardo Anaya es el de Veracruz, donde el padre Miguel Ángel Yunes pretende entregar directamente el mando a su hijo, del mismo nombre, con otro vástago colocado como presidente municipal del puerto de Veracruz.
Y, mientras se ha pasado de la impostura de las “precampañas”, en que los candidatos sabidos no podían asumirse como abanderados formales, a otra simulación, la del periodo “intercampañas”, en la cual los candidatos formales no pueden asumirse como aspirantes en busca del voto, ¡hasta mañana!
Publicado por
Julio Hernández López
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