Los gobernadores temen el contraste con el presidente de la República en los actos públicos y ayer le correspondió a Enrique Alfaro confirmar lo que ya parece una regla política. En Puerto Vallarta, en el estado que gobierna, Jalisco, le propinaron rechiflas y abucheos que le hicieron enojar. Andrés Manuel López Obrador entró al rescate, pero ello terminó, como ha sucedido en otros estados, apuntando los bonos políticos en la cuenta del tabasqueño visitante y no del anfitrión sobajado.
La idea ya la ha pronunciado el nativo de Macuspana en otras ocasiones, pero ayer le dio un poco más de referentes a ese intento de amnistía en plazas públicas a sus adversarios, a los gobernadores provenientes de partidos que no sea Morena: “Ya chole con los gritos y con la falta de respeto a las autoridades. ¿Saben qué es eso? Es politiquería, eso es lo que llama en el viejo régimen la llamada grilla, vamos a hacer política distinta; tenemos que levantar la mira y pensar en el interés general: ‘La patria es primero’, para que nos vamos a estar peleando”.
Alfaro es un gobernador con características especiales. Encarnó la necesidad social de dar un cambio al escenario de poder que habían ocupado los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, con malos resultados. Ganó con respaldo popular pero, también, haciendo pacto con personajes y fuerzas representativas del mismo pasado que quiso combatir y, actualmente, su posicionamiento político muestra un déficit local, con un repunte de la violencia y con hechos públicos que han ido mermando el capital político del empeñoso Alfaro.
Además, busca ser candidato a la presidencia de la República en 2024, a nombre del partido Movimiento Ciudadano que ya tiene parcialmente bajo su control a nivel nacional, y con la esperanza de que en la siguiente contienda por la silla presidencial pueda juntar una coalición de opositores que le apoyen.