El arranque de Uber en Cancún esta semana es un hecho. De acuerdo a directivos consultados ayer, vienen a ofrecer una opción más de movilidad y transporte para los habitantes, con más estilo, seguridad y comodidad que los servicios tradicionales, además de que sus precios serán competitivos.
Cancún se convierte así en la ciudad número 28 del país donde Uber presta –no sin conflictos previos– sus servicios usando una plataforma de tecnología conectada entre los choferes y los usuarios que deseen viajar de manera segura y confiable.
Ya por lo menos, no será obligatorio, sino opcional, esperar por largo tiempo bajo el sol o en altas horas de la noche un taxi cuyo chofer vaya exactamente en la misma dirección –o no te lleva–, que sea amable, que no abuse en el cobro ni viole las tarifas autorizadas, que no intente propasarse con las mujeres que los soliciten o, en casos más graves, que las violen o asalten a los usuarios en complicidad con maleantes recogidos en la ruta.
La llegada de esta empresa era hasta hace poco asunto prohibido por las autoridades estatales, quienes en cerrada, impenetrable cofradía con los líderes sindicales de taxistas y avalados por el Congreso del estado, habían diseñado una de esas cuestionables estrategias legaloides para impedir su entrada.
Tal y como lo hicieron para nombrar al fiscal y al auditor del estado, así como a los magistrados administrativos (que mediante una controversia constitucional se los echaron abajo), los diputados de la saliente Legislatura dominada por el hoy derrocado PRI, modificaron el año pasado la Ley de Tránsito, Transporte y Explotación de Vías Carreteras, prohibiendo que empresas de transporte funcionales a través de aplicaciones telefónicas prestaran sus servicios.
La arbitraria reforma, que es casi un hecho que la nueva mayoría del PAN y PRD en el Congreso la derogue –de ahí la repentina apertura oficial y sindical a Uber– impedía brindar servicio de transporte público a particulares y aquellos que no tuvieran un permiso o concesión por parte del Poder Ejecutivo.
Apenas la semana pasada, los líderes de los sindicatos de Cancún e Isla Mujeres, Eric Castillo y Eduardo Peniche, que como si fueran pocas las quejas por el mal servicio y abusos de sus unidades se peleaban con insultos, golpes y amenazas el pasaje en las zonas limítrofes de ambos municipios, decidieron hacer las paces y cerrar filas ante la llegada de la competencia.
Antes, con el PRI en el poder, estos líderes priistas rechazaban ufanos todo servicio ajeno al de ellos y previendo la llegada de Uber todavía el de Cancún tuvo la ocurrencia de ofrecer como taxis callejeros autos exóticos como Ferraris, Lamborghinis, Mercedes Benz y Audis, alquilados a sus millonarios propietarios que por lo general los usan para fines de semana. Cabe decir que el proyecto fue un rotundo fiasco.
Con el próximo cambio de gobierno y el reciente cambio legislativo, se empiezan a ver los primeros cambios positivos en Cancún. Entre ellos, el de un servicio de transporte que va a estar, sin duda, a la altura que nuestro destino ya se merece.