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Un grito de ayuda de nuestros niños

En marzo de este año salió a la luz pública una denuncia en la que en una escuela de Chetumal, estudiantes grabaron el abuso sexual de uno de sus compañeros. Hace unas semanas se denunció otro caso esta vez por el presunto abuso de un docente a sus alumnas. Estos casos de abuso sexual no son desgraciadamente los únicos. Lo vemos también en otras partes de la República, como Coahuila y San Luis Potosí donde los victimarios fueron sus mismos compañeros de escuela.

La pregunta elemental sería ¿Qué hacer en estos casos? Y la respuesta, aunque parecería obvia, sería denunciar. Pero la obviedad muchas veces se da por sentada. Como titular de la Comisión de los Derechos Humanos en el Estado he observado en investigaciones de diversos expedientes, que en casos de acoso escolar–bullying- entre estudiantes, las y los docentes en ocasiones desconocen qué hacer.

Por eso, es importante darle seguimiento al trabajo que están realizando actualmente la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Secretaría de Educación Pública para prevenir y erradicar la violencia, maltrato, acoso y violencia sexual en contra de los estudiantes de educación básica. Este trabajo nace como producto de otro vergonzoso caso de abuso sexual, esta vez no entre menores sino de un trabajador en contra de menores en un kínder de la Ciudad de México, pero en el que además se evidenció la negligencia de servidores públicos federales de educación para seguir los protocolos para investigar abusos sexuales en los colegios.

Con esta alianza interinstitucional se busca capacitar a docentes y personal administrativo para detectar y saber qué hacer en caso de abuso y acoso sexual, además de atender cualquier indicio de afectación a algún alumno y en la actualización de los protocolos de prevención y actuación contra el maltrato, el acoso escolar y el abuso sexual en las escuelas de preescolar, primaria y secundaria.

Y es que además hay que señalar que no solo están en riesgo  las víctimas, sino también las niñas y niños victimarios porque éstos pueden ser a su vez víctimas de estas desgracias en sus casas. Lo importante es que estas alarmas, nos hagan reaccionar y actuar.

Para ello sin duda, será imprescindible fortalecer al cuerpo docente de las escuelas con actualización y herramientas como estos protocolos que guíen su actuación, pues después de los padres y madres, las y los docentes son pieza clave del bienestar de nuestros niños. Nuestras maestras y maestros en ocasiones enfrentan muchos retos para desarrollar su trabajo. Por tanto hay que hacer de las y los docentes el elemento básico de la ecuación para enfrentar uno de los desafíos que ponen en riesgo a nuestra niñez.

Publicado por
Redacción Quintana Roo