Lo sucedido ayer en Cancún fue un grave, fue algo nunca antes visto, algo deleznable, pero no atino a distinguir si la balacera es peor que el desconcierto en que dejaron las autoridades a la ciudadanía, sin información oficial y presa de los rumores.
Los hechos ocurrieron a las 16 horas y hasta el cierre de esta columna a las 8.30, nadie había dado una versión oficial que le diera certidumbre a una sociedad confundida, atemorizada, apanicada.
Ni el gobernador, ni el fiscal ni nadie dio la parte oficial de lo suscitad hasta esta hora, lo que muestra un total descontrol, desorganización y no dudo que hasta miedo, lo que dejaría en claro que el traje les quedó muy muy grande.
Y mientras las autoridades mantuvieron mutis, seguramente impactadas igual o peor que la sociedad, ésta recibió información sobre balaceras en medio Cancún, incluso en la zona hotelera.
A eso se le llama irresponsabilidad y poco oficio. ¡Por qué tardaron tanto! ¡Qué tratan de esconder!
¿Acaso saldrán otra vez con su batea de babas con que se trata de un solitario agresor y que la riña fue uno contra uno…? (como lo dijeron luego de lo ocurrido en Playa del Carmen)
El descontrol y la confusión en Cancún e incluso a nivel nacional y hasta internacional provocó más temor, más psicosis, más rumores, y nadie salió a calmar a la gente y dar a conocer lo realmente ocurrido.
Cierto, fue muy grave lo suscitado, pero es igualmente grave que la autoridad guarde silencio, lo que además denota egoísmo, tratar de cuidar su imagen, valiéndole madres la condición en que se encuentra la población.
¡En manos de quiénes estamos santo Dios!