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Sor Juana, para enamorarnos más

La palabra amor no es compleja si la resumimos en un sentimiento solamente de afecto, de interés o a una atracción hacia algo o hacia alguien. La verdadera complejidad del amor se encuentra en las múltiples formas al aplicarlo como ese deseo impulsivo de tener siempre alguien.

Los griegos consideraban a Eros como el dios del amor que representaba esa parte carnal del ser humano, donde al principio de toda relación, el deseo y la atracción sexual se manifestaban de manera fugaz para dar paso a la pasión y a la curiosidad como un juego efímero que solo resultaba como aventura guiada hacía el deseo carnal pero no así, hacia amor fraternal donde la lealtad se regía solo para la familia y los amigos.

Es sabido que para los griegos el amor homosexual era considerado como el único capaz de satisfacer plenamente los más altos deseos del ser humano al ser el amor entre un hombre y una mujer significado poco más que un medio para procrear. Por lo que a menos de 24 horas y más allá sin importar que sintamos por alguien, a quien amemos o quien nos ha dado un hijo, estaremos siendo ahogados por otro amor, el “amor comercial o lucrativo” como forma obligada a la necesidad de tener que comprar y regalar a ese “alguien”, sin que nos permita poder dar paso a aquellos verdaderos sentimientos que deben volverse significativos como el recordar o vivir todo aquello que formo y forma parte de nuestro trascender quizá una vez por haber amado.

Ejemplo claro son los sonetos amorosos de Sor Juana o los de Safo de Lesbos donde el amor callado por otra mujer ocupaba el centro de la escena con poesías profundas y personalidades individuales. ¿Y ya que estamos hablando de ese amor mi estimado lector en alguna ocasión no ha podido usted controlar sus impulsos o deseos hacia alguien sin que le guste físicamente sino en términos intelectuales? Sor Juana lo hizo por la Virreina María Luisa cuyo sentimiento y amor nunca fue carnal ni lujuriosos, y si sincero, de emociones puras y con palabras francas que callaba su osadía.

A forma de regalo y para reflexionar mañana día 14 sobre el tema del amor, este servidor suyo quiere obsequiarles este soneto como argumento a esta columna y como obsequio a usted por seguirme.

 

Divina Lisi mía:
perdona si me atrevo
a llamarte así, cuando
aun de ser tuya el nombre no merezco.

A esto, no osadía
es llamarte así, puesto
que a ti te sobran rayos,
si en mí pudiera haber atrevimientos.

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Error es de la lengua,
que lo que dice imperio
del dueño, en el dominio,
parezcan posesiones en el siervo.

Mi rey, dice el vasallo;
mi cárcel, dice el preso;
y el más humilde esclavo,
sin agraviarlo, llama suyo al dueño.

Así, cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía,
sino sólo que yo ser tuya quiero.

 

Publicado por
Roberto Guzmán
Etiquetas: encortoportada