Termina agosto con la evidencia de que no nos hemos “movido” ni un ápice. Ya se cumplió el segundo aniversario del genocidio de Tlatlaya –en junio pasado–, y los padres de los cuarenta y tres normalistas desaparecidos insisten en Iguala exigen la presentación con vida de éstos aun cuando personajesexecrables, como el Obispo de Slim –que fuera de Ecatepec–, Onésimo Cepeda Silva, arguya con cinismo galopante y un “altísimo” nivel de cristianismo, entre sorbo y sorbo:
–Desaparecidos están; desaparecidos se quedarán.
Benevolente manera de resolver la matanza con una sentencia con sabor a complicidad ramplona con la escatología gubernamental. Cuando llegue al más allá seguramente le esperará la ominosa sentencia del Creador que lo destinará al Inframundo sin remedio, ello de acuerdo a cuantas dice que son sus creencias si bien se guarda sus verdaderos pensamientos; algunos de ellos me los contó mientras, en el callejón de la Plaza de Toros de Las Ventas, observábamos un imponente espectáculo en mayo de 2010. En el tendido, por cierto, situó a sus acompañantes, entre ellos a Eruviel Ávila Villegas, actual gobernador del Estado de México quien aspira a seguir los pasos de su predecesor inmediato.
¿En quién confiamos? No en los acuerdos soterrados entre las dirigencias partidistas que siguen negando orígenes e ideologías con tal de asaltar políticamente a varios palacios de gobierno y repartirse el botín de las influencias. Luego vendrán las consecuencias: ni uno solo de los mandatarios “aliancistas”, ni uno subrayo, ha merecido su nominación multipartidista sino que se ha hundido con ella; de hecho han resultado los peores entre los más malos en una gama de treinta y dos funcionarios confundidos por los términos y creyéndose mandantes, quienes ordenan, contra la voluntad política de la ciudadanía en su mayoría.