Santa Lucía es una base aérea militar donde están nuestros aviones militares con acceso restringido; hay escuelas militares y una brigada de la policía militar, donde viven militares con sus familias.
Tiene una extensión territorial muy grande; son kilómetros y kilómetros por recorrer antes de llegar a las pistas. No es que de pronto, sobre la carretera, en un punto deshabitado aparezca una pista de aterrizaje, no se trata de mover a unos cuantos pilotos y sus aviones, sino a más de ocho mil personas.
Que de pronto decidan que Santa Lucía se va a convertir en un aeropuerto militar significa un cambio brutal. Equivale a que un grupo de personas se metiese a la sala de tu casa y comenzará a dar órdenes sobre cómo deben vivir tú y tu familia.
Por eso el presidente López Obrador decidió poner el funcionamiento, la construcción del nuevo aeropuerto en manos militares. Era la mejor, tal vez la única opción.
¿Estamos hablando de militarización? Al contrario, es una invasión civil al aeropuerto militar. Son los civiles quienes están irrumpiendo en una estructura militar muy bien organizada.
Ninguna constructora civil podría entrar a estas instalaciones militares por razones de seguridad, y también prácticas. No se puede convivir con ingenieros, albañiles o civiles en un cuartel.
Habría que conocer físicamente toda el área de Santa Lucía para entenderlo.
El anuncio presidencial, durante el desayuno para conmemorar el aniversario de la Fuerza Aérea Mexicana, en la base de Santa Lucía, comenzó por asegurar a los militares que viven ahí que se respetará la zona habitacional. Esto implica abrir una entrada diferente para el nuevo aeropuerto, por lo menos. Las pistas que van a usar seguirán siendo militares y para uso militar, por eso el manejo del nuevo aeropuerto debe estar en manos militares.
¿Es un tema irregular? Diría que singular, novedoso. En cualquier caso, como muchos otros ámbitos de nuestra nueva realidad social, los militares son quienes menos voz y voto han tenido. Ellos no pidieron que Santa Lucía fuese un aeropuerto internacional civil. Como ellos tampoco solicitaron que hubiese una guardia nacional.
Tema que sigue discutiéndose en el Senado de la República, cuando la realidad ha obligado a que el gobierno de López Obrador haya mandado miles de militares a labores de seguridad pública a Tijuana o a Nuevo León.
El punto de partida para todo lo relacionado con los militares es que éstos obedecen órdenes civiles. No se mueven por capricho, no convierten su instalación militar aérea más importante en aeropuerto porque se les ocurrió, obedecen órdenes del primer mandatario.
Es a Andrés Manuel López Obrador, por lo tanto, al que se debe cuestionar el papel que están desempeñando los militares y que habrán de tener en su administración.
Una clave importante para entender esta realidad está en el anuncio de que el nuevo aeropuerto internacional civil de Santa Lucía se llamará General Felipe Ángeles, un ameritado estratega que diseñó la batalla de Zacatecas en la Revolución, y que se caracteriza por su extrema lealtad al poder civil. Esa es la apuesta.