En julio de 1990 una estampida repentina de musulmanes que llegaban a su centro ceremonial, La Meca, provocó la muerte de 1402 peregrinos. En septiembre de 2015 la historia se repitió con más de 700 muertos y 800 heridos. Son dramáticas manifestaciones del miedo cuando su efecto se expande como una ola aparentemente sin motivo.
Pero el miedo, el pánico y el terror -histeria colectiva- también se pueden quedar suspendidos en el ambiente y transportarse en el tiempo y en el espacio. Lo que fue dañino ayer en otro lado puede ser la amenaza de hoy aquí y eso da vértigo. Es lo que también buscan y provocan los atentados masivos -por eso se les llama terroristas-, que vivamos cautivos del miedo.
Apenas este martes un puñado de muchachas alemanas, de entre 20 y 25 años, que vacacionan en la Costa Brava catalana fueron el instrumento involuntario de que se manifestara esa onda expansiva: corrieron en plan de juego sobre las atestadas calles de Platja d´Aro para filmar con sus teléfonos celulares un “Flashmob” (movilización espontánea) y su acción se supuso un atentado. La reacción de pánico colectivo para guarecerse provocó once heridos, cinco detenidos y destrozos varios en restaurantes e instalaciones. Fue la cuota a distancia del terror sembrado en otras latitudes.
En un acto de constricción obligada, hace unos días el ex primer ministro británico Tony Blair pidió perdón por el papel que desempeñó junto con el expresidente estadounidense George W. Bush en la invasión a Irak, admitiendo que esa guerra contribuyó a la aparición del grupo terrorista que identificamos como Estado Islámico. Según informes internacionales fue una invasión abusiva, criminal, costosa, injustificada y efectuada antes de agotar todas las opciones pacíficas. ¿O sea que por ahí viene la cosa?. ¿Quiénes son, entonces, los verdaderos responsables de los miedos colectivos y las histerias en Occidente?