A través de la historia, las ideas de grandes personajes han llegado a convertirse en preceptos que establecen el antes y después entre una época y otra; pensamientos que por su solidez y correcto enfoque humanista se han vuelto parteaguas que han llevado al desarrollo de un sistema económico o político que hoy en día rige a un país.
El ‘zoon politikón’ (animal político), término con el que el polímata griego Aristóteles bautizó al hombre, ha llevado de generación en generación su revolución pensante, la cual ha soldado bases que en la actualidad constatamos como corrientes de pensamiento, movimientos sociales e ideologías que buscan un objetivo en particular, y los cuales, por su misma popularidad, son ejercidos por grupos masivos de gente.
Pero, así como todo hecho negativo trae al final algo positivo, también las buenas ideas pueden viciarse por personas que las adoptan con su propia perspectiva e intereses, logrando así no sólo desvirtuar el verdadero valor de la propuesta, sino también utilizarla de forma incorrecta y como medio para desencadenar conflictos.
Dijo alguna vez el difunto comediante estadounidense George Carlin, “Nunca subestimes la estupidez humana en grandes grupos”, y es que –siendo objetivos- no queda duda que el hombre reacciona de forma más bruta, irreverente y violenta estando en grupos que comparten sus mismos ideales y objetivos. Lo vemos en trifulcas en los estadios de fútbol, en linchamientos, en manifestaciones y –de una forma más globalizada- en las guerras.
Podemos ver algo similar en movimientos sociales postmodernistas como el feminismo y el veganismo, los cuales –si bien tienen una base congruente- han adoptado métodos que distan mucho de reproducir la civilidad que presumen predicar. Con ello me refiero a que luchar por los derechos de la mujer o de los animales mediante protestas exhibicionistas y coléricas no es la mejor forma de hacerlo, y es que hay mejores formas de crear conciencia, ya habiendo hoy en día tanta libertad para elegir un sinnúmero de tribunas de expresión.
En este sentido, es importante señalar que la mayoría de estas doctrinas van dirigidas hacia un mismo lugar: la libertad del ser humano y que éste logre su autonomía sin tener de por medio la intervención de una autoridad reguladora y supervisora. Sin embargo, es común ver que esa “libertad” va tomando cada vez la forma de libertibaje, y que quienes suelen exigirla más, son también quienes más demuestran que no están listos para ella.