He aquí navegando en la entidad, que de la buena madera, navegó a las corrientes políticas del escándalo nacional e internacional. De Quintana Roo, salvo sus destinos turísticos en obsolescencia (con los cíclicos Warnings de rigor de Estados Unidos), hoy lo que se dice y se lee tiene que ver con el mal de la condición humana: narcotráfico, delincuencia organizada, inseguridad, corrupción gubernamental, rezago social, salud pública (primeros lugares en suicidios, embarazos no deseados, adicciones en jóvenes), deterioro ambiental, entre otros.
Y, por si fuera poco, para una entidad que apenas alcanza la madurez equiparable a la vida humana, tras cuatro décadas, escándalos van y vienen del orden político como si Quintana Roo fuera una versión “bananera” del Caribe; donde por añadidura, se tratara de una civilización en pleno siglo XXI, carente de educación y el conocimiento básico para regirnos por un contrato social.
De la calma chicha de la buena madera y el chicle del territorio federal; la conformación del primer gobierno constitucional con Jesús Martínez Ross y el auge del comercio de importación; la consolidación de la vinculación de Quintana Roo como entidad federativa y el desarrollo turístico con Pedro Joaquín Coldwell; el fracaso del campo y la zona industrial, la creación de la Universidad de Quintana Roo (UQROO), y la represión a periodistas con Miguel Borge Martín; el fallido rescate de la zona sur, la creación del municipio de Solidaridad, y el primer escándalo por narcotráfico con Mario Villanueva Madrid.
Y en este ligero repaso, hay que añadir la última obra pública significativa, el relajamiento del ejercicio de la libertad de expresión, el avance real de los partidos de oposición, el escándalo por viajar con compañía femenina a Europa de Joaquín Hendricks Díaz; la deuda pública, la institucionalización de la corrupción gubernamental, la red de delincuencia financiera para saquear el erario, el control económico y político de los medios de comunicación, la infiltración de los partidos políticos, la gobernabilidad aérea a través del celular, el nepotismo, y la conducta amoral (que escandalizó desde el caso Mayra) de Félix González Canto; el seguimiento y consolidación de lo anterior, más el rezago del servicio público y el debilitamiento de la administración pública, ausencia del derecho, la violación a los Derechos Humanos y Laborales de Roberto Borge Angulo, preso en Panamá y en proceso de extradición a México.
Y lo último, de Quintana Roo, sus gobernadores, y la industria de los escándalos políticos: un gobernador del cambio, Carlos Joaquín González, acusado de viajero frecuente con un gasto millonario, que ya fue desmentido por el secretario de la Sefiplan, Juan Vergara; dos diputadas priistas Felixistas, Sara Latife Simón Ruiz y Arlet Mólgora en el Trending Topic en las redes por su lenguaje soez en la Cámara Baja; y una alcaldesa panista, Perla Tun, que escandaliza en su Cabildo contra los regidores opositores, al grado de que ya tiene una medida cautelar de Derechos Humanos. Más lo que se acumule.
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