A menos de un año y medio de las elecciones de 2018, cuando los mexicanos elegirán Presidente, senadores y diputados federales, y en el caso de Quintana Roo a ayuntamientos y legisladores locales, el tema se torna cada vez más interesante por el experimento político-social que se vivirá y que bien pudiera marcar un parteaguas en la política nacional.
Y es que por más que el PRI-gobierno intentase cambiar para bien (que francamente lo dudo), el agravio a la ciudadanía está hecho y no habrá forma de revertirlo. Por ello es que se espera una reacción social nunca antes vista.
Hay voces que aseguran que Andrés Manuel López Obrador será el beneficiario del voto de castigo en contra de los partidos que no supieron gobernar, es decir, la gente no votará por “El Peje”, sino en contra del PAN y PRI.
También existen quienes afirman que Margarita Zavala se alzaría con el triunfo, lo cual se antoja más difícil por la sombra de su esposo, Felipe Calderón.
Otros más sostienen que el poderoso caballero “don dinero” comprará conciencias, apoyado por gran parte del sector empresarial, con tal de que no gane López Obrador, para que el PRI se imponga en las urnas. Esta postura es sin duda la más raquítica, la que menos posibilidades tiene. (Léase nivel de aceptación de Peña Nieto). El Revolucionario Institucional está entonces en sus últimos estertores.
También hay quienes afirman que pudiera darse un nivel de abstencionismo tal que generaría un caos político en el país, ante la ilegitimidad de quien resulte triunfador, y otra que se pudiera estallar la elección por falta de garantías.
Como sea, el experimento del 2018 no pinta nada bien, y es evidente la falta de un liderazgo real en este país.