Recién recibí por correo electrónico el boletín de la empresa de Roy Campos, “Consulta Mitofsky”, donde hace el análisis de las preferencias electorales de los partidos políticos rumbo a la contienda presidencial del 2018.

El fenómeno que muestra el trabajo del prestigiado encuestador, es que en un lapso de cinco meses (septiembre 2016-febrero 2017), los grandes partidos como el Acción Nacional (PAN), el de la Revolución Democrática (PRD) y el Revolucionario Institucional (PRI), empezaron un declive en cuanto a preferencias electorales. Por ejemplo, el PAN pasó de 20.2 a 18.8; el PRD, de 7.8 a 5.1; pero el que más sufrió, fue el PRI, que pasó de tener 19.5 a 13.0, prácticamente seis puntos porcentuales.

Ahora bien, ¿quién ganó con este descalabro de los partidos mayores?, ganó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), quien en el mismo lapso pasó de tener una preferencia de 12.1 en septiembre, a 15.9 en febrero de este año, y sigue en completo crecimiento.

Pero no solo eso le da seguridad a Andrés Manuel López Obrador para buscar por tercera ocasión contender por la presidencia de la República, sino toda la descomposición social y económica en la que se encuentra el País.

Otro factor que asegura el caminar de López Obrador rumbo a Los Pinos, es las alianzas que ya realiza con empresarios mexicanos, no solo del centro y sur del país, sino del norte, donde le había sido difícil contar con este apoyo; la más destacada es la relación que ya tiene con Alfonso Romo Garza (sobrino-nieto de Francisco I. Madero), quien encabeza al equipo de expertos que elabora el proyecto de nación que Andrés Manuel aplicará en caso de ganar. Por si el lector no lo sabe, Alfonso Romo también apoyó a los panistas Vicente Fox Quesada (2000) y a Felipe Calderón Hinojosa (2006) en sus campañas, pero quedó muy decepcionado.