México es uno de los peores países en el mundo para ejercer el periodismo, tanto es así que se compara con naciones en conflicto por la guerra como Afganistán y Somalia. Hasta la fecha se han contabilizado 128 comunicadores asesinados a sangre fría en toda la República en los últimos 10 años, registrándose en el 2017 veinte desapariciones a reporteros y 51 atentados a instalaciones de medios de comunicación.
El compromiso del gobierno federal para atrapar a los responsables de las muertes de corresponsables es poco, debido a que muchos de los servidores públicos como alcaldes, policías y criminales que integran los cárteles del narcotráfico orquestan esos viles secuestros, torturas y homicidios. En los estados que conforman ‘’Tierra Caliente’’ y los del norte del país las amenazas para callar a los periodistas es el pan de cada día, como el reciente hallazgo de los restos calcinados del periodista Salvador Adame en la ‘’Barranca del Diablo’’ en Michoacán, el cual se suma a la larga lista de decesos.
La entidad de Quintana Roo no ha sido la excepción, ya que en el 2009 se registró el primer y único homicidio contra José Alberto Velázquez López, propietario de la revista Expresiones, de Tulum y colaborador del Canal 30 de televisión, quien fue asesinado a balazos mientras circulaba en su automóvil en una calle céntrica en el noveno municipio.
Asimismo, se han registrado gran cantidad de amenazas contra comunicadores, tanto de las autoridades como de grupos de poder que ven amenazados sus intereses por la labor informativa. Principalmente en el sexenio pasado se tuvieron ataques contra los periodistas críticos, a la vez que se intentó acallar a la prensa con “cañonazos” de dinero.