Antes de comenzar, quiero ser muy claro: no me gusta ser protagonista de los temas que abordo en esta espacio que tan gentilmente me ofrece Quintana Roo hoy, pero en esta ocasión, lo ocurrido la tarde del 8 de mayo, es un espantoso síntoma de lo que nos ocurre a los playenses. No lo abordo en mi calidad de nada, simplemente, soy un ciudadano más, y soy víctima, igual que todos; he ahí el Quid del asunto.
Como lo comenté en su momento, el energúmeno que me agredió, se sintió ofendido porque le señalé que estaba estorbando la circulación; de hecho, la observación la hice con señas porque tenía cerrada la ventanilla de mi vehículo. El mensaje claro fue: ‘no bloqueen la calle, están estorbando la circulación’, y ello fue suficiente para que emprendiera la persecución como si fuese en pos de un criminal y el resto de los hechos que atentaron contra mi dignidad al insultarme y golpearme frente a mi casa, mis vecinos, los turistas y mi aterrada familia.
Un detalle que sí quiero destacar; la golpiza inició con una indicación de su compañera quien pedía instrucciones vía radio y se la dieron: ¡25! Y de ahí, “el infierno”. Pregunto con respeto, pero con mucha seriedad: ¿quién instruyó?, ¿quién que, evidentemente me conoce ordenó la agresión ilegal con ? La pregunta la dejo sobre la mesa y en verdad, ¡exijo respuesta! Y esto, porque no soy un criminal, no me dedico a estafar a nadie, se me conoce por mi honestidad. ¿Por qué la agresión?
La peor parte de todas, este no es un hecho aislado. Muchos han sido los casos en que, los policías municipales agreden a los ciudadanos… oigan, les informo: pagamos por nuestra seguridad …
Artículo 39 Constitucional: “todo poder dimana del pueblo”. ¿En qué momento a los policías, a los presidentes municipales, regidores y demás ¡servidores públicos!, se le olvida? La seguridad pública que en teoría tendrían que practicar los señores policías MUNICIPALES, está orientada a mantener la paz, a prevenir la comisión de un delito, pero nunca a actuar como gorilas golpeadores energúmenos… discúlpenme.
Si no es por la orden por escrito de un juez o autoridad competente; por la comisión en flagrancia de un delito, en la prevención del orden público, los policías deben estar al servicio de los ciudadanos y no actuar como gángsteres, no están investidos de poder plenipotenciario, ¡no son sicarios!
Lamentablemente, los índices de violencia se incrementan, pero no por automovilistas que hacen un señalamiento de lo que un ¡empleado al servicio del ciudadano hace mal! La peor parte, es que quienes delinquen con flagrancia, esos están libres.
Los vehículos oficiales, no son propios; no puede ser que mientras los delincuentes se despachan con la cuchara grande, nuestros policías estén encerrados cómodamente en camionetas que rayan el millón de pesos refrescándose con el clima encendido durante todo su turno. Oigan, la gasolina no la pagan ustedes, la pagamos los ciudadanos.