Fue una portentosa demostración de escapismo jurídico. Desde días atrás se sembró en medios de comunicación, como postura propia de esos medios o abiertamente como postura del abogado Javier Coello Trejo, la “exigencia” de que la Procuraduría General de la República (PGR) diera cita al exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya Austin, para que la verdad jurídica del caso se pudiera precisar y conocer.
“Doblegada” por tan justiciera exigencia, la amiguísima PGR recibió ayer al excompañero de campaña electoral (el procurador, Raúl Cervantes Andrade, y el mencionado Lozoya participaron en las andanzas políticas de 2012) y le hizo saber que, oh, caray, (aún) no existe en la documentación oficial ninguna referencia a presuntos actos de corrupción del visitante Lozoya; en específico, nada respecto a los señalamientos de que recibió diez millones de dólares, una parte justamente mientras corría la campaña electoral en mención, de parte de alguien que entonces era directivo de Odebrecht y así lo declaró a las autoridades brasileñas, según información publicada en O’Globo y en medios mexicanos.
Con ese selectivo regalo de la PGR en el bolsillo, el mencionado Lozoya y sus representantes legales, los abogados Javier Coello Trejo y Javier Coello Zuarth, acudieron a una conferencia de prensa en la que el exfuncionario público mantuvo una actitud de seriedad sombría, combinada con tonos y gestos que en momentos evocaban la pieza de video ofrecida en noviembre de 2014 por Angélica Rivera para presentar, en una especie de reproche público, su versión de la manera en que adquirió el lujoso inmueble llamado la Casa Blanca.
Como era natural, conforme a su legítimo interés, Lozoya Austin se declaró absolutamente ajeno a las maniobras que se le atribuyen en un expediente brasileño y se mantuvo cuidadosamente apegado a esa “objetividad” jurídica que en el contexto mexicano le resulta de gran conveniencia, (lo cual ni remotamente significa que esas acusaciones no existan ni que Lozoya sea inocente o esté exonerado de esos cargos).
Para efectos jurídicos y, sobre todo, mediáticos, la jugada de este jueves tiene como magnífico complemento el hecho de que la procuraduría federal de justicia decidió que durante cinco años no se conozca nada del caso Odebrecht. El 5 de abril del año en curso, el reportero Gustavo Castillo publicó en La Jornada una nota cuya entrada señala que “mientras en Brasil, Argentina, Perú, Ecuador y otras naciones se ha difundido información de los funcionarios que recibieron sobornos de la compañía Odebrecht para conseguir contratos en obras de petroquímica, en México la Procuraduría General de la República (PGR) reservó hasta por un periodo de cinco años todos los informes, reportes y órdenes de investigación relacionados con este caso” (https://goo.gl/Jx1JGo ).
A esa opacidad (complicidad) garantizada obedeció el diseño del ilusionismo marca Lozoya-Coello: hoy, hoy, hoy, no hay nada en el sombrero de la PGR: nada por aquí, nada por allá; limpio de toda culpa el justamente indignado lic. Lozoya, quien se declara químicamente limpio de todo. Y, si algo llega mañana o en los próximos días, de tierras brasileñas, pues ya no habrá manera de saber nada a nivel público, dado que el expediente criminal ha sido puesto bajo amistosos candados, cuando menos por cinco añitos. Bueno, no hay que ser exigentes: el lic. Lozoya ya compareció, ya respondió, ya dio la cara, ya dijo que es inocente, que no se irá del país y que incluso emprenderá acciones legales contra quienes han lesionado su honor.
Pero, más allá de la efectista estrategia jurídica que pretende construir una imagen de inexistencia o insolvencia de esas acusaciones, el excoordinador de vinculación internacional de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto se permitió una subjetividad irónica (se quejó una y otra vez de ser acusado sin pruebas, y no dio ninguna de la acusación que él lanzó), al considerar que tras los señalamientos de corrupción en su contra podrían ubicarse aquellos grupos y personas que están en contra de las reformas impulsadas por Enrique Peña Nieto, en particular la energética./
Niño Héroe de lo hecho con el petróleo mexicano, Lozoya se envolvió en la bandera de la defensa de los logros reformistas del lic. Peña Nieto, quien, dijo, tomó una de las decisiones más importantes de su sexenio con esos cambios “estructurales”.
Pero, ah, el mexicanísimo, pero, hay quienes toman referencias de medios y filtraciones judiciales brasileñas para utilizarlas contra la grandiosidad reformista y petrolera del gobierno federal en turno: “ya ven, no sirven” esas reformas, pretenden decir tan malos mexicanos, sin darse cuenta, puntualizó el límpido Lozoya, que la reforma energética “ya es un éxito” y va “en el camino correcto”.
Lo visto ayer, y el evidente manejo mediático mayoritario a favor de Lozoya muestran, a juicio de un tecleador astillado, la dimensión real del caso: las implicaciones de la política de recaudación de fondos empresariales (no solo Odebrecht: ahí están los casos de OHL y de Higa) para pago de favores hechos por políticos y funcionarios y, además, para financiar campañas electorales, como la del 2012.
Astillas: El padrón de militantes del Partido Acción Nacional pasó de 483 mil a 260 mil miembros. La reducción se derivó del proceso de reafiliación, al que no respondió casi el 45 por ciento del registro. La depuración confiesa, virtualmente, los procesos de inflado que realizaron gobernadores y funcionarios federales panistas para tener más delegados a la hora de tomar decisiones electorales… Y, mientras el modelo de terrorismo mediante el uso de vehículos motorizados contra población inocente alcanzó ayer a Barcelona, en una reprobable espiral criminal en varias partes del mundo, ¡hasta el próximo lunes!
Zona de los archivos adjuntos