El sistema Netflix estrenó una interesante película sobre el doloroso caso de Ayotzinapa-Iguala-Cocula, en Guerrero, exhibiendo no sólo la negligencia brutal del ejército mexicano sino igualmente a los politicastros bananeros coludidos con el mismo, entre ellos el presidenciable Miguel Ángel Osorio Chong, de quien se duda pueda llegar no a la Presidencia –una utopía para los priístas–, sino a la candidatura que la busque. También se ridiculiza a Jesús Morío –Murillo– Karam, el procurador que es tan mentiroso que hasta su apellido modificó para castellanizarlo.
La exhibición del drama, desde el punto de vista de quienes han visto desaparecer familiares y amigos, levantados por elementos del crimen organizado obviamente protegidos por personajes tan siniestros como los Abarca –el matrimonio del diablo por ahora enjaulado por separado–, cuya colusión con las mafias inició mucho antes de que el PRD, y Andrés Manuel López Obrador, se fijaran en ellos para ganar la alcaldía de Iguala y, desde ésta, asegurar a los facinerosos con mil máscaras. “Toda la sierra –exhibe la película–, es un cementerio clandestino”. Y por supuesto TODOS los personajes mencionados lo sabían a no ser que fueran tan ingenuos, tan tontos, para no darse cuenta de los sucesos anteriores y posteriores en el triángulo dorado de la amapola, misma que ya substituyó a la producción de marihuana porque la mafia china requiere más de ella para extraer el opio que tanto necesitan y, por supuesto, con mayores réditos.
Esta teoría hemos venido explicándola desde hace, cuando menos, más de un año, con la aparición de Empeñados, el maltratado libro de mi autoría con distribución pésima y nula publicidad bajo los auspicios de JUS, la única que se atrevió a publicarla, debo reconocerlo. En esta obra cuento, además, los nexos entre las compañías mineras, canadienses en su mayor parte, los narcotraficantes y los políticos rastreros, locales, estatales y federales –más estos últimos–, dispuestos a negociar entre ellos sin importar signos partidistas.