El envejecimiento de las poblaciones del mundo, llamado “revolución de la longevidad” empezó a manifestarse a mitad del siglo XX en los países desarrollados y va a constituir una de las características más marcadas en este siglo, extendiéndose a un ritmo acelerado en los países en vías de desarrollo. El problema es que en estas naciones aún se tienen que superar muchos obstáculos para las personas, especialmente para las adultas mayores. De ahí la importancia de incluir el tema del envejecimiento en los programas de desarrollo y en las estrategias de erradicación de la pobreza. Pobres y viejos; el reto a resolver.
En México, desde los años setentas la población infantil tiende a disminuir mientras que la población adulta aumenta progresivamente. En 2016 la población de 60 años o más ya es mayor que la de menos a cinco años. Se calcula que para 2050 el número de personas mayores superará al grupo de jóvenes hasta 15 años. Como dato comparativo, en 1990 las personas de 60 años representaron menos de 6% del total de la población. En 2010 eran el 8.9%. Para 2050 serán nada menos que el 21.5%.
En cuanto a la esperanza de vida, en 1930 un mexicano al nacer aspiraba a vivir 37 años. Para el año 2000 se había duplicado a 73 años, y se espera que en 2050 sean 80 años. Es decir, los mexicanos que hoy cumplen 60 años de cuentan con una esperanza de vida de 20 más. Sin embargo, sólo 15 transcurren en buen estado de salud, lo que significa que casi cinco años se viven con una o varias enfermedades o con pérdida de funcionalidad y merma de la calidad de vida. Las políticas públicas y la organización ciudadana enfocadas en la salud y el bienestar tendrán en ésta una de las principales demandas.