Sergio Salazar
El alcoholímetro no es suficiente
Emulando el que ya existía en la Ciudad de México desde el 2003, Cancún inició hace cinco años con la operación del programa Conduce Sin Alcohol, mejor conocido como alcoholímetro.
La medida buscaba reducir los “accidentes” viales en una ciudad tapizada por expendios y centros de consumo, para facilitar el acceso a la bebida a los visitantes a esta tierra de fiesta perene.
Hoy, a cinco años y con un programa desvirtuado, la medida se sigue operando, dejándonos saber a cada lunes la cantidad de pruebas realizadas así como la cantidad de personas que fueron a parar al temible centro de sanciones administrativas, mejor conocido como el “Torito”.
Si bien el programa es preventivo, en cuanto a la acción de conducir alcoholizado, no inhibe el hecho de que muchos conductores siguen haciéndolo, amparados en la ubicación compartida de los retenes vía redes sociales, de tal manera que la medida dejó de ser eficiente, por extensión y tiempo.
Prueba de ello fue el escalofriante hecho de sangre que enlutó a la familia de una cancunense, que lejos de intoxicarse buscaba precisamente lo contrario: mejorar su salud mediante el ejercicio, en el inicio de la zona hotelera, donde encontró un trágico y repentino final, al ser embestida por un adolescente intoxicado, al mando de un auto de lujo.
¿Bastaría, en el afán de evitar más desgracias, con que los oficiales de Policía hagan su trabajo y vigilen realmente a los automovilistas?
El alcoholímetro es valioso, sí, pero no debe ser el único recurso para prevenir estas tragedias. Es imprescindible que las autoridades vigilen las calles, y no solamente, desde la comodidad de un retén.