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Las marchas continúan

Si la resistencia civil se convirtió durante todo el año de 1995 en un mantra que invocaban los perredistas tabasqueños para iluminar su negativa a pagar la luz, Andrés Manuel López Obrador colocaría a nivel nacional dos consignas que le generarían más simpatías, incluso, desde las trincheras y rifles del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: el Frente contra la Privatización de Pemex y la Alianza Nacional Democrática.

Las propuestas no vinieron solas, el ex candidato perredista las supo ver durante una nueva marcha emprendida hacia la Ciudad de México.

Ya en noviembre de 1991, López Obrador había encabezado un “Éxodo por la Democracia”, caminando más de mil kilómetros durante 51 días para denunciar en el Zócalo capitalino, las irregularidades para imponer a Salvador Neme Castillo como gobernador. Tres años después, en noviembre de 1994, el perredista volvió a ascender la misma ruta, pero esta vez la caravana llegó en autobuses alquilados; se exigía al gobierno saliente de Salinas y el entrante de Ernesto Zedillo limpiar la elección fraudulenta de Gobernador, que le atribuía al mismo candidato priísta, Roberto Madrazo, y al gobierno estatal.

Ahora, esta nueva caravana contenía la mayor irritación perredista, a 100 días de gobierno madracista. Pero ampliaba sus demandas, ya no sólo a nivel estatal, sino con interés nacional. La situación alarmante había empujado a López Obrador a tomar la decisión.

Un mes antes, el lunes 20 de marzo, agentes judiciales habían detenido al ex concejal cardenense, Carlos Alberto Wilson Gómez, acusado de peculado. Enardecida, la población de Cárdenas no sólo bloqueó la carretera federal sino que repelió con éxito a los antimotines, enviados por Madrazo.

Andrés Manuel recuerda este hecho previo a la tercera movilización a la Ciudad de México. En su libro “Entre la historia y la esperanza” (Grijalbo, 1995), apunta: “La gente se armó con piedras. Avanzaba y se replegaba para reponerse de los efectos del gas. Como suele pasar en estos casos, ciudadanos de Cárdenas, hombres y mujeres, en sus vehículos llevaban a la carretera paños con vinagre, que según se dice, sirven para contrarrestar la irritación que produce el gas en los ojos. Poco a poco la gente se fue imponiendo. A pesar de que había cerca de 500 policías, la gente llegó a ser diez veces más. De modo que las corporaciones policiacas tuvieron que huir”.

El saldo fue de tres heridos de bala y ocho camiones de la policía antimotines quemados.

Por la tarde, López Obrador encabezó en el lugar de los hechos un mitin con el respaldo de 20 mil seguidores. Los ánimos seguían elevados. El tabasqueño rememora: “Querían que diéramos la orden para tomar Villahermosa y sacar a Wilson de la cárcel y a Madrazo de la Quinta Grijalva. En mi intervención busqué apaciguar los ánimos, pero cuando propuse que desbloqueáramos la carretera y diéramos 48 horas para regresar si no liberaban a Wilson, la gente no estuvo de acuerdo. Era la primera vez que esto sucedía y cuando más cerca estuvimos de ser rebasados. De la propia gente salió la propuesta de esperar sólo 24 horas”.

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Afortunadamente, Wilson Gómez fue liberado el viernes 24 de marzo, aunque las preocupaciones de Andrés Manuel no aminoraron: temía que azuzadores se aprovecharan de las bases, que le constaba, estaban enardecidas. “La gente seguía caliente. Las preguntas frecuentes eran: ¿qué vamos a hacer? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar? Y muchos insistían en que tomáramos los palacios municipales de todo el estado”, recuerda.

El dirigente tomó la decisión de emprender de nueva cuenta la subida al altiplano, la segunda a pie, afortunadamente, porque en el camino encontró la propuesta de un Frente contra la Privatización de Pemex y una Alianza Nacional Democrática, ambas que le granjearían más aliados nacionales.

Publicado por
Redacción Quintana Roo