Dicen que la madre de todos los vicios es la pereza, ese acto por el cual el cuerpo se languidece, se torna escéptico a cualquier acción que permita una conclusión sobre algo.
La pereza se puede expresar de formas diferentes y en grados diferentes y de ella depende que una sociedad funcione como corresponde.
Hacer lo que a cada individuo, familia, grupo o institución corresponda nos lleva a generar adelantos que permitan un progreso en varios ámbitos. Los países primermundistas suelen tener individuos muy comprometidos con ellos mismos, acción que les obliga a cumplir dejando de lado la pereza y llevar a buen fin sus actividades.
Por mala ventura en nuestra sociedad cancunense -sin ir más lejos -, tenemos constantemente ejemplos de pereza y desinterés por donde quiera que volteemos en nuestra ciudad: Camellones con botes de agua, anticongelante, yogurts, etc., tirados cual flores artificiales pues alguien tuvo pereza de invertir en buenos contenedores públicos para la calle y otros fueron perezosos en encontrar donde depositar sus desechos. Encontramos la pereza cuando pasamos a las casas y nos percatamos del desorden, de los platos sucios, de los libros tirados y hasta la ropa expuesta como parte de la cotidianeidad del hogar; encontramos pereza en el burócrata que tarda en atender su puesto ya que considera que “hará como que trabaja pues los patrones hacen como que le pagan” mientras inmensas colas sacuden su vista sin alteración alguna de su parte; encontramos pereza en nuestra áreas verdes que hasta que esta crecidita la yerba los de BMO se acomiden a realizar la poda de las misma. La pereza aqueja a nuestra sociedad, ¿Cuál será su origen?