En diferentes niveles del gobierno estatal, por primera vez, proliferan nombres reconocidos por su vínculo partidista con el PRD, lo cual puede suponer que la izquierda se ha alzado con un objetivo: gobernar en el estado. No hay tal. No existe una línea política unificada y direccionada en ese sentido. El fenómeno responde a las alianzas establecidas para la elección y, en el detalle, a negociaciones, asimilaciones e invitaciones individuales o de grupos y corrientes, no a un proyecto político. Entendámosla solo como una oportunidad para hacer valer los principios y valores de la izquierda -en una especie de Gobierno de Coalición- siempre y cuando los individuos involucrados mustren esa disposición en el ejercicio de su trabajo y alcancen a imprimir su influencia en las acciones del gobierno. Oportunidad que llegó casi fortuita, providencial, después de la progresiva disminución de la aceptación electoral de la izquierda.
Hoy la izquierda quintanarroense está orgánicamente pulverizada. En sus mejores momentos intentó infructuosamente gobernar el estado con altos niveles de competitividad electoral, con su propia fuerza y en condiciones adversas, hasta llegar a este punto en el que, en alianza con el PAN y con candidato a gobernador proveniente de PRI, se ha colocado en el nivel de corresponsabilidad sobre el presente y futuro de los habitantes de la entidad. Habría que hacer un balance general de los gobiernos municipales que han compartidos PRD y PAN pero es evidente que no serían el ejemplo a seguir (ni los resultados a esperar) en este nuevo ejercicio estatal en el cual, además, hay factores adicionales y ninguno de los dos es el actor principal.