Suegras, comadres y cuñadas. La actividad turística de la entidad no es la única que se marchita a diario en Quintana Roo, producto de la inusitada incidencia delictiva, sino también la inversión, tanto los proyectos de empresarios por colocar aquí sus capitales, como los que ya existen.
Si bien es cierto que el cierre de negocios por la existencia de bandas delictivas que exigen el derecho de piso no es un asunto nuevo en ciudades como Cancún y Playa del Carmen, este fenómeno ha crecido a pasos agigantados y sumamente preocupantes.
Son muchas las negociaciones que han tenido que tirar la cortina por las amenazas de los delincuentes en avenidas como la Tulum y la Yaxchilán, pero las garras del hampa se han extendido ya por toda la ciudad y mantienen en jaque a cientos de establecimientos.
El presidente de Coparmex, Adrián López Sánchez, pone el dedo en la llaga, al aceptar este mal que aqueja al sector empresarial y que ha encendido las luces de alerta, luego de que en los últimos días fuer incendiado un restaurante y otro más balaceado, en pleno centro de Cancún.
Reconoce un gran temor del empresariado, debido a la percepción de inseguridad en Cancún, lo que provoca el cierre de negociaciones y ahuyenta a posibles inversionistas.
Ayer recibí el mensaje de una amiga –que por obvias razones omito su nombre- en el que anuncia el cierre de su negocio, precisamente porque los zánganos de los delincuentes ya se presentaron a pedir su cuota, con amenazas de por medio.
Lo que ocurre hoy en este estado es totalmente inusitado, inédito, sorprendente y –perdone usted- encabronante, y más aún si los gobiernos no han podido dar una, al grado que la gente pide ya que “si no puede con el paquete, que ¡renuncien!”